viernes, 30 de diciembre de 2011

¿vacaciones?

Hubo un tiempo en que las vacaciones eran tres meses en Punta Umbría y no hacer nada era hacerlo todo. La mera perspectiva de no hacer nada ya iba llenando los días de pequeños proyectos –quedarse a comer en la playa, ir a la feria de Mazagón, caminar hasta el espigón, o hasta la playa del cruce, o pasar el día en la Flecha de El Rompido– y estableciendo una estricta rutina en la que dejarse caer lo mismo que una gaviota planea en el viento al ponerse el sol –despertarse sobre las diez, desayunar tostadas con aceite al aire salado de la terraza en sombra, bajar al mar a la una, comer a las tres (sardinas siempre), emplear la siesta en leer y en espiar con medio ojo a aquellos hermanos del tercero C, sentir el paso del verano en un sol que atardece cada vez antes y cada vez más metido en el mar, la barbacoa entre las dunas los miércoles, salir hasta el amanecer de jueves a sábado, estirar las horas contando estrellas fugaces de domingo a martes.

Así que entenderán por qué a esto, a este trasiego de aviones y camionetas y planes a las nueve de la mañana mientras corre deprisa desayuna, y calles estrechas y aire de autobuses rancios y reservas naturales hediondas y pirámides convertidas en mercadillos y restaurantes abarrotados en los que se espera una hora para comer a las cinco de la tarde, y niños de meses, de dos años, de cuarenta y tantos, de cincuenta y cinco, llorando, protestando, hablando, gritando, ordenando, sugiriendo, instruyendo, usando en fin cualquier verbo en modo imperativo, entenderán por qué a esto, decía, me cueste llamarlo vacaciones.

martes, 20 de diciembre de 2011

no está muerto, no

Y preferiblemente, gusta de estar de parranda...

sábado, 17 de diciembre de 2011

las debilidades del titán

Por supuesto había leído y me habían contado de ese momento histórico en que Mario Vargas Llosa soltó en Televisa, durante el encuentro por la libertad organizado por la revista Vuelta al año siguiente de la caída del Muro, aquello de la dictadura perfecta. Pero nunca lo había visto.

*

De pronto entendí mejor a ciertos críticos de Octavio Paz –desde luego nunca a los delirantes. Sobre todo del último Octavio Paz, el de los programas de televisión, que por otra parte yo celebro tanto (¿o no dan hoy lo que sea por un testimonio sonoro de Federico García Lorca?) Resulta difícil pensar que el hombre que renunció a la Embajada de la India tras la matanza de Tlatelolco, el autor de Posdata y El ogro filantrópico, sea ese mismo anciano –cascarrabias, tan incómodo que nos hace sentir incómodos a nosotros– que le afea las definiciones tanto a Vargas Llosa como a Enrique Krauze. "Sistema hegemónico de dominación" o "sistema de dominación hegemónica de un partido" parecen más eufemismos orwellianos que "amor a la precisión intelectual". Christopher Domínguez explicaba así la "fibra sensible" de Paz que tocó Vargas Llosa:

No sólo apreciaba el poeta como valiosísima la ausencia, en México, del terror (y del terror ideológico) propio de las dictaduras del siglo sino, como hijo de la Revolución mexicana, prefería verla bajo el motivo dramático no de la dictadura sino de la revolución traicionada. Era propio de esa generación conservar cierta confianza metafísica en la Revolución mexicana, sin abandonarla en el patibulario desván de las dictaduras. José Revueltas había llamado, en un ensayo clásico de 1957, una “democracia bárbara” a nuestro autoritarismo. Conceptualmente, en aquel encuentro de 1990, era más exacto Paz; la definición del novelista peruano era muy oportuna políticamente e ilustraba una urgencia que Paz no compartía. El debate ocupó su lugar en ese conflicto, tan latinoamericano, entre la esencia y las apariencias.

Lo de Vargas Llosa, lúcido y valiente, era más que un titular: la razón le asistía. (Veintiún años después, por cierto, recordaba aquello de esta manera, que yo mismita vi con estos acais atentísimos que ustedes pueden observar en el segundo 45 sentados en segunda fila). Lo de Octavio Paz, debilidades del titán.

*Hallazgo cortesía de la divina Carla Faesler.

un año

Todavía siento el frío de ultratumba de aquella noche subiéndome hasta las rodillas. Amaneció y tú te apagaste y el aire era gélido y transparente. Era lo que procedía. La gente debería morirse siempre en invierno. Que el bajocero conserve la memoria de ese día intacta. Que escriba la última y más perfecta de las metáforas.

Pero hoy, a esta hora, quería traerte un recuerdo de verano. Uno de los primeros, de esos que se confunden con sueños. Una calle de Las Colonias atascada de grillos. Un padre que saca a su hija para dormirla al fresquito porque la marisma asfixia las casas de noche. Una canción. Una canción italiana que tú cantabas en español. Marina, Marina, Marina, contigo me quiero casar...



El calor. La calor. Cómo la extraño.

sábado, 10 de diciembre de 2011

6.8

Un rugido (la Tierra suena a escalofrío cuando tiembla), un cristal contra el suelo y los sentidos se afilan para cargar a los niños medio dormidos para echarse escaleras abajo. Ya escribí sobre esto la primera vez, cuando no me asusté tanto.
Instantes idóneos para maldecir a Hernán Cortés por decidir refundar la capital de la Nueva España sobre las ruinas de Tenochtitlan, o sea un gigantesco lago. Estas arenas movedizas. Este recuerdo perpetuo, se haya vivido o no, del 19 de septiembre de 1985.

sábado, 26 de noviembre de 2011

I FIL far away

Hace tantos años que no voy a Guadalajara, que tiendo a idealizar aquellos días de FIL en los que acabábamos cantando en el Lido con un trío sin dientes y rodeados de prostitutas y chaperos. Recuerdo especialmente legendaria la primera noche, aquella en la que perdí la cuenta al octavo tequila y me quedé sin blusa en un table dance, pero cuando lo quiero contar, pienso entre mí que tampoco es para tanto. Ahora mismo, que lo veo mientras escribo, la cosa se desdibuja. Demasiado decadente.

Siempre hablo maravillas del Veracruz o La Mutualista, donde descubrimos el talento de nuestro bailarín de cabecera en las veladas de La Embajada, y si me paro dos veces, reconozco que las orquestas son malas, no dejan sitio donde sentarse y se puede hablar apenitas. No sé, todo tiene un límite.

Y no me meto en la feria en sí: esos eventos presentados por una pandilla de felices briagos, esos pasillos de neón atestados por los que parece multiplicarse Juan Cruz como el señor Smith, ese Fernando Savater con Fher el de Maná.

Ah, pero amigo. Me ponen un avión y una niñera y me planto allí sin pensarlo, que no me rebautizaron Faraona en balde. Habrán comprobado que escribo desde el puro resentimiento. Casi cantando como Requiebros con la mirada perdía y aquí estoy en un camino en su orilla porque este año no voy.

Bien. Adiospongoportestigo de que algún día recuperaré la verdadera banda sonora de la Feria Internacional del Libro. Si es que la realidad no termina por aguarnos la fiesta.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

no cumpleaños

Habrían sido 63. Lo recordé así.

martes, 1 de noviembre de 2011

tosantos, ayer y hoy

Tendría unos seis años el primer uno de noviembre que conserva mi memoria. Clarito como solo puede serlo un recuerdo de infancia. En el cementerio de El Campillo, poniendo flores en los nichos de la madre y la hermana mayor de mi abuela, que estaban en la pared del fondo a la izquierda. Yo con un vestido y una rebeca blanca, paseando entre lápidas y pensando que el día que me muriera, preferiría una tumba en el suelo, tan bonita, a un nicho en la pared. No tenía conciencia de la muerte como tal, eso es seguro, y tampoco me acuerdo de sentir miedo aquella mañana, templada y luminosa. En la noche era distinto, claro, pero para entonces yo no iba a estar allí. En la noche, por supuesto, los muertos se levantaban, que yo bien lo había visto en "Thriller"...


Aquí esta semana parece fiesta mayor y la fecha grande no es todos los santos, sino difuntos, que con muchísima propiedad llaman por su nombre: día de muertos. No hablaré de la resignación ante el destino inevitable ni del enésimo laberinto de la soledad (no, este país no estaba condenado a tanta sangre). Ya están muy vistos los altares, las flores de cempasúchil y las ofrendas. Novelerías. Entonces pasa lo que el árbol de navidad: llegan los niños y se empeñan en ponerlo. Y cuando llega ese momento, una hace lo que puede...




Luciano Santos Olea, Francisco Santos Álvarez, Francisca Olea Gallardo y Félix Romeo Pescador, en un rincón de la casa.

jueves, 20 de octubre de 2011

hoy

Llevaban justo un decenio matando cuando yo nací. En mi primerísima infancia, aunque eso lo supe veinte años después, el periódico apenas les daba espacio. Luego, a la edad en la que todo impresiona, se hicieron oír mucho, mucho más alto. Y ya en mi vida adulta, intentaron engañarnos varias veces.

Hoy, a la hora a la que han tenido a bien contarnos lo que esperábamos desde hace semanas, yo estaba charlando en el bar –ahí me enteré–, y enseguida pensé en mis hijos, algo que solo entenderán los padres.

Pero en este momento, con la noche sobria del octubre altiplano acariciando los geranios, mejor dejo la palabra a los que de verdad saben del tema.

miércoles, 19 de octubre de 2011

en la tele

Aunque lo genuinamente mío es el karaoke, yo nunca diré que no a una cámara. Y menos a Televisa, que mi madre no me levantó temprano en el verano del 86 a ver los últimos capítulos de Los ricos también lloran para nada: ese logotipo, tan setentero, impone mucho.

Así que ahí voy yo, entrando por la puerta de los camerinos como si fuera Verónica Castro, dejándome colocar un rizo con espuma, un flequillito con laca, un maquillaje sencillo porque así soy yo. Y dejándome pasar el cable del micrófono entre la ropa como si fuera lo único que hago en la vida. Y, claro, saludando a todos los presentadores como los amigos que son. En la tele, yo me siento como en casa. Luego están los focos, los regidores, el estudio en ebullición, la mismísima cámara enfrente, queriéndome. Una borrachera de vanidad.

Y sí. Porque al día siguiente me veo... y me entran ganas de tocar al piano la Patética de Beethoven. Y de volver a mis letrillas, que al menos puedo pensar dos veces. Esa sonrisita boba que se les pone a los tertulianos complacientes. Qué error más idiota llamar narcotraficante a un camello. Para qué te sirve esa tarjetita con la preparación minuciosa del tema. ¡No hablaste de la copla y los boleros! ¿Pero tú no estabas delgada?

Yo me veo en la tele, en fin, y me hago la misma pregunta que cuando despierto con resaca: hija, ¿por qué llevas las debilidades hasta este límite, con lo inteligente que tú eres?

domingo, 16 de octubre de 2011

conquistas



Esta pintura mural, magníficamente conservada gracias al origen mineral de los colores, es una de las que se pueden ver en Cacaxtla. Según los expertos, representa a guerreros de la cultura olmeca-xicallanca, habitantes del lugar, venciendo a guerreros mayas, reconocibles por su cráneo deformado estilo caracono. Lo que se observa en la parte inferior derecha son tripas y sangre. Presumiblemente, los vencidos están a punto de ser sacrificados.

Unos kilómetros al oriente está Tlaxcala, ciudad maldita según las clases de historia posrevolucionarias por ser la que surtió con más soldados el ejército conquistador de la Gran Tenochtitlan. Los tlaxcaltecas nunca habían sido dominados por los aztecas, algo que supo aprovechar bien el zorro (con perdón) diplomático de Hernán Cortés.

En días así, mis obsesiones se conectan –cosas que rozan el mal–, miento a los muertos de la historiomitología mexicana y pienso que sí, que los castellanos que llegaron a la Nueva España mataron indiscriminadamente como se mata en las guerras (y exponencialmente por enfermedades que importaron sin ser conscientes de semejante arma bacteriológica), que usaban poco el agua, que eran tan salvajes que nunca aprendieron a pronunciar Cuauhnáhuac. Pero carajo, qué habría sido de México sin nuestra ancestral sentimentalidad...

miércoles, 12 de octubre de 2011

oscuridad

Yo amamanto y me entra una especie de oscuridad. Hacia las tres de la mañana, pasillo arriba pasillo abajo con un bebé que aún no distingue el día de la noche, pensaba que la corta existencia de mis hijos ha estado marcada por la muerte. Mi padre y Félix. Como si yo no supiera que la vida no es más que eso, un conejo con pilas alcalinas pero imprevisibles, el hado de los nacimientos se ha encargado bien de recordármelo.

Sus muelas, un millón de veces.

viernes, 7 de octubre de 2011

jueves, 6 de octubre de 2011

diez años (y III)

Pero yo hablaba de mi pensamiento adulto. Por supuesto en algún lugar de la adolescencia estuvo Camus, y eso ya cuenta como un doble seis en cualquier partida de la vida, pero confieso que aún tardé un rato en bajar el póster del Che Guevara de la pared del cuarto (en mi descargo diré que siempre compartió espacio con Paul Newman y Lo que el viento se llevó y que peor es lo de Cayuela, al que todavía se le oye tararear "yo pisaré las calles nuevamente"). Habrá gente a la que la tontería se le quitara de golpe, como a Saulo de Tarso el descreimiento, e incluso gente que naciera sin tontería, pero yo no sabría ubicar ningún punto en concreto de mi camino a Damasco. En líneas generales, empezaría en Sorela, seguiría en los mexicanos lúcidos y acabaría en Espada, de tal suerte que al llegar a los pensadores temerarios, ya tenía yo los deberes muy hechos. El hilo, ya lo notan, es el de marras.

Grandes momentos de placer, en todos los sentidos, me ha dado Letras Libres estos diez años, pero si me dieran a elegir tres, indelebles por razones muy distintas entre sí, serían este, este y este.

Y todo esto, solo para decir que me molesta (mucho) no estar en Madrid estos días, que es donde había que estar. ¡Siendo octubre como es!

En fin, al menos sí estuve en el décimo aniversario de la edición mexicana. Ese día de enero, la fiesta acabó en casa y casi se nos va de las manos. A la gente le dio por invitar a amigos de los amigos de sus amigos, echamos a un señor respetable que empezó pidiendo drogas y acabó acosando a todas las mujeres, alguien estrelló la tele contra el suelo y el equipo de música dijo basta ya. Pero esa sí que es otra historia.

miércoles, 5 de octubre de 2011

diez años (II)

Me recibió un señor muy serio de barba tupida rubia oscura y ojos verde olivo inmensos que miraban de frente. Esa mirada, esto lo saben muy bien sus fans, es difícil de encontrar en otro sitio. (Y no se llamen a engaño, que yo a esa edad no me fijaba en hombres casados.) Al cabo de los años me diría que ya entonces le gustaron mis pantalones rojos, pero en verdad creo que no me hizo mucho caso: inmediatamente me presentó a Julio Patán, con el que trataría a partir de entonces.

Hoy Julio es una estrella y no impone tanto, pero entonces había que verme: sentada frente a ese mexicano alto e inteligentísimo, cuidando de no soltar alguna tontería y joder el invento. El invento era que les gustó lo que hice, y durante ese año me encargaron un par de cosas más. Pero yo ya tenía la cabeza en otra parte. Todavía no sé por qué, pero esa es otra historia.

Cuando fui a despedirme de Julio, Cayuela hizo una excepción y salió de su despacho. Me dijo medio de guasa que qué pena que me fuera, ahora que iba a empezar a darme más trabajo. Entonces no me voy, le contesté. "Vete, niña, vete y aprende, y luego vuelves".

Al volver, verdaderamente como el tango, me acerqué a saludar a Julio por no dejar (ya sabía yo que a esas alturas la gente se disputaba el espacio), y antes de marcharse de España definitivamente, todavía me encargó una letrilla, que tardó en publicarse como diez meses. No me extrañó.

Esa vez no vi a Cayuela. Y no lo volvería a ver hasta mucho tiempo después, de pura casualidad, cuando aquel novio mío ya no existía, nuestras vidas eran muy distintas y yo, claro, un poco más lista.

(Elipsis. Punto y coma)


y hasta la fecha.

martes, 4 de octubre de 2011

diez años (I)



En realidad equivoqué esa respuesta en el Pandemonium sobre el libro que me cambió la vida. Porque la verdadera lectura que la cambió en toda su dimensión, que moldeó mi pensamiento adulto y me llevó adonde estoy hoy, física, emocional e intelectualmente, fue sin duda Letras Libres.

Pedro Sorela, que había dejado de ser mi profesor en la facultad para convertirse en un gran amigo, me dijo un día de otoño: "Hay una nueva revista que te va a interesar. La hacen unos mexicanos entre tu edad y la mía con un grado de sofisticación que no conocemos aquí. Porque los mexicanos todavía están en la modernidad, no en la posmodernidad como nosotros... Uno de ellos es bisnieto de Lluís Companys, ¡bisnieto de Lluís Companys!" (Con eso quería decir algo así como "España que perdimos no nos pierdas", pero yo era muy joven todavía para entenderlo). Así que ahí voy a comprarla, porque yo siempre hice caso a los maestros. Un cubo de Rubik sangrante en la portada: fanatismos de la identidad. (Mientras cerraban ese primer número, planeado como es lógico desde hacía tiempo, se caían las Torres Gemelas: el pulso a la realidad, medido como un reloj).

Cautivada desde el principio, le hablaba a todo el mundo de la revista, pero me miraban regular. "Pero si ni siquiera colaboras en ella. ¿Te dan comisión por venderla?" Lo mío era muy raro, sí: iba al único kiosko donde la vendían en Aranjuez y la llevaba bajo el brazo con una especie de orgullo. Y no, no era nada mío, pero me parecía un objeto precioso: ese diseño, esos ensayos largos que se demoraban en los matices, esos nombres que hasta entonces no me decían nada y que de repente se volvían imprescindibles (Gabriel Zaid, Roger Bartra, Enrique Krauze, Juan Villoro...)

Pasó el invierno. Llamó Pedro en marzo: que Ricardo Cayuela necesitaba a alguien que le hiciera entrevistas, reportajes, talacha periodística, en fin, que las firmas no hacían. "Me ha pedido que le recomiende a mis mejores alumnos y pienso que tú eres la mejor. No te digo que no me defraudes porque sé que no me defraudarás" (Pedro, en aquellos tiempos inciertos de la primera juventud, tenía el poder mágico de levantarte la moral hasta el ático de un rascacielos; otra cosa era la realidad).

Cayuela tardó como un mes en reportarse, mientras yo estaba en mi lugar favorito del planeta con un novio que ya no existe. Me emplazaba a una entrevista la siguiente semana. Los saltos que di cuando colgué, y eso que no era nada seguro... Madre mía, qué tonta era yo entonces.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Veracruz

Hubo un tiempo en que me gustaba ir a Veracruz porque su Atlántico me recordaba al mío, mucho menos caliente.



Parezco una abuela, pero solo llevo cinco años aquí. Cada noticia así es un tachón en el mapa de lo que se podía hacer tranquilamente en México cuando llegué y que hoy pensaríamos dos veces. La glorieta de la foto es paso obligado si se quiere ir del puerto a Boca del Río a comer. Y por supuesto siempre se quiere.

La vida tiene estas cosas: la primera vez que fui a Veracruz, nos despertamos con la noticia de que ETA había roto una tregua; esperamos El País durante horas, y leyéndolo nos veíamos muy raros: el terror era algo tan ajeno a los clientes de La Parroquia...

martes, 20 de septiembre de 2011

la sopa de pescado

A Verónica Puertollano le pareció una buena idea que Cristian Campos me aplicara el ya célebre cuestionario del Pandemonium a mí también, aunque mi único mérito reconocido es subirme a las mesas a cantar por lo que se tercie. Las respuestas tuvieron cierto éxito entre mi público, que como se sabe es pequeño pero fiel. Sobre todo esa de la receta de la sopa pescado. En fin, que en vista de sus ganas de cambiar el mundo con ella, aquí está:

*Ingredientes (para bastantes):
- Una buena cantidad de sobras de pescado. Sobras, sí, pero: si su pescadero es de confianza, se abstendrá de echar espinas y le escogerá, en cambio, cabezas y despieces con abundante carne.
- Tres o cuatro dientes de ajo, al gusto.
- Una cebolla.
- Un pimiento rojo.
- Dos o tres tomates maduros.
- Aceite de oliva.


1. Cuézase el pescado en abundante agua con sal.
2. Una vez cocido, apártese el caldo y desmigájese el pescado con las manos. Sin remilgos: no se deje ninguna espina.
3. En una sartén, sofríase en aceite de oliva los dientes de ajo, la cebolla, el pimiento y los tomates.
4. Tritúrese el sofrito en la batidora y échese, junto con el pescado limpio, en el caldo.
5. Déjese hervir durante un buen rato. El asunto mejora al día siguiente.
6. En otra olla, sírvase la cantidad de caldo que vaya a comerse en cada momento y cocínese en él un puñadito de fideos por persona.
7. Sírvase y alucínese.


* Absténganse clientes habituales de El Bulli: la receta es vulgar y uno se mancha las manos. En la cocina, como en la cama, a veces no hay más remedio.

lunes, 1 de agosto de 2011

flotando en el espacio

Entre mi casa y la calle solo hay cristales. El efecto de esta luz de nube es mayor. Luego está el huésped que me habita. Una prisión de hormonas. Sueño con monstruos y con muertos. Estoy como los habitantes de aquella estación cerca de Solaris. Solo que sin alicientes, claro...


***

Ayer se murió Lichi, tan noble y tan divertido. "Quién soy yo para escribir trescientas páginas, si en el fondo uno solo tiene tres o cuatro cosas que decir..."

viernes, 24 de junio de 2011

el secreto en los tiempos del tuit

Esto es como cuando te encontrabas a aquel por las calles de Coyoacán y te contaba el cuento de la semana. O al otro en una cantina, que cómo le dieron el premio a ese tal. O al de más allá, también mexicano, en un restaurante ¡de Madrid!: no saben la que está embarazada ni de quién. Ahora un amigo te cuenta un secreto y a la media hora lo ves retuiteado, que es como si te lo cuenta también el primo del hermano del amigo del protagonista de la historia. A ti y a doscientos más. Y eso cuando no es el mero mero el que sale del armario, como Jorge Volpi hoy, que al final no se va a Roma.

La habilidad chilanga para el chisme multiplicada por ciento cuarenta caracteres. Un día se va a liar porque alguien vea sus cuernos en un tuit; no podrá decir entonces, claro, que es el último en enterarse...



jueves, 23 de junio de 2011

Luigi's

Yo no sé en qué momento ni por qué dejé de ir a Casa d'Italia, que en mi tierra se le llamaría anca Luigi si es que hubiera un buen restaurante italiano, y que me descubrió Hernán Bravo Varela, imitador insuperable de Sinatra, Raphael y Paquita la del Barrio. Hoy, con Daniel y mi adorada Valentina, pappardelle del día con setas y trufa blanca.

En fin, que presa de mi estatus, ando como la cursi de Amélie Poulain, buscando el placer en sitios peregrinos...

martes, 21 de junio de 2011

himno para los 33



(el optimismo, siempre atemperado...)

lunes, 20 de junio de 2011

el runrún

Ordaz publicó ayer un gran reportaje que pone cara a algunos de los mexicanos más valientes. En él oigo un runrún que oigo en muchas otras partes, difícil de sentir si uno se entretiene en las grandes palabras (heroico, guerra, el mal). El runrún, en esta historia, por ejemplo:

"Marisela, como otras muchas de las más de 500 madres cuyas hijas han sido asesinadas en la ciudad norteña, emprendió la búsqueda del asesino de su hija. Un año después, y gracias a su insistencia, la policía detuvo a un tal Sergio Rafael Barraza, el exnovio de Rubí, quien confesó que la había matado y quemado después, indicando a los agentes el lugar donde se encontraba el cadáver. Pese a todo, el convicto solo pasó unos meses en prisión. El 29 de abril de 2010 fue puesto en libertad por 'falta de pruebas'."

El mismo runrún atraviesa ese monumento a México que es 2666, con el que tanto se mete Espada y cuyo tema no son "las muertas de Juárez", sino la muerte misma, sin solución ni resolución. Y el mismo runrún sonó –¡oh, sí!– en aquellas conferencias memorables del propio Espada (su cena con Gobernación: "los funcionarios no saben ni quién mata ni quién muere"; el robo de nuestra muchacha: "perdóname, pero yo no podría vivir en un país así").

"Así", el meollo del runrún. El runrún, no poder confiar en la policía porque nunca se sabe quién es quién ni a quién sirve, como en los mejores relojes suizos de Sciacia. El runrún, la total y absoluta –total y absoluta– indefensión ciudadana que provoca la impunidad. El runrún, no saber nunca (¿guerra, narcoterrorismo, mafia, ¡crimen de pareja!?) El runrún, que quien quiere saber muere (el último hoy mismo; él, su mujer y su hijo). El runrún, ese rostro inclinado al pasmo del presidente Calderón, como si la cosa fuera con el vecino del quinto.

El runrún. Que algo está muy podrido en un país cuando a un ciudadano que ejerce su deber y su derecho se le llama héroe. El runrún. Que esto es una democracia precaria. Y si no, que bajen Manué, Pericles y Alexis de Tocqueville.

viernes, 17 de junio de 2011

el caso Santos

Mi hija se despertó anoche, afiebrada, a la misma hora mexicana en que moría mi padre hace seis meses. Es una asociación irracional, pura casualidad, pero de alguna manera tengo que empezar a hablar de él.

Los padres, el gran tema. ¿El único? Sobre él me interesa todo, hasta esa escena del Último tango de la que pocos recuerdan el telón de fondo: la familia. Por eso disfruté tanto el descubrimiento (merci, Montano) de esas joyas sobre los Panero, cuyas peripecias había seguido por otras razones.

En el caso Santos no hay malditos ni figura autoritaria ni malos tratos, al contrario: mi padre, un manojo de nervios, sí, era también un ser inteligente, generoso y jovial que me enseñó a disfrutar la vida como él nunca pudo, supo, quiso hacerlo. El porqué lo sospecho pero no me atrevo a desgranarlo. O quizá será siempre un misterio cómo semejante materia prima acabó en una sucesión de días grises llenos de errores, con alegrías esporádicas que él celebraba demasiado. Tendría que remontarme tal vez al momento en que mi bisabuela concibió a mi abuela del señorito, veinte años menor, de la casa donde servía. Y de ahí seguir el rastro de silencios, miseria y ropas negras de la España que ya no existe. "Toda su vida fue un infeliz", repetía su única hermana, entera de dolor, ante el cuerpo presente. ¿Sí lo fue? En su muerte desde luego. Durante doce horas, los ronquidos de su cuerpo consumido resonaron en el silencio de la segunda planta: lamentos de miedo y de rabia, más que de dolor, imposibles de acallar con toda la morfina del mundo.

Una muerte injusta, como la del niño que pisó una mina. El daño colateral de una vida equivocada.

jueves, 21 de abril de 2011

beaux amis

Veo venir, allá a lo lejos, al próximo Evo Harrington del mundillo. Nunca me equivoco. Ahí están, mosquitamuertiles al principio, con cierta estrategia un poco burda, sin ninguna vergüenza al final. A la hora del gran estreno, me encantaría ser Addison DeWitt, pero al final siempre soy más Margo Channing...

miércoles, 20 de abril de 2011

el misterio del plumero

Había desaparecido también el plumero. La última vez que lo vi fue sobre una estantería en la biblioteca, hará un par de meses. Era algo habitual: ella nunca lo guardaba en su sitio. Noté que cada vez lo usaba menos, aunque era muy útil para quitar el polvo de tantos libros, y el lunes que se fue, que le pedí limpiar las persianas del salón, me extrañó que ni siquiera lo cogiera. Entonces yo no sabía que se iba, y que ya había dejado los recortes de periódico en lugar de los billetes. Tardé aún dos días.

Ayer encontré el plumero, en el armario del lavadero, casi en el suelo, detrás de cacharros varios. Le había cortado las plumas hasta el palo. Una visión macabra. Una metáfora de la podedumbre de un país donde la primera intención no es –no puede ser– ir a la policía.

Pero todo esto son fantasías. No hay ninguna razón lógica para que destrozara el plumero. Otra pregunta que no podremos responder nunca.

domingo, 17 de abril de 2011

AE en la región 4 (y VI)



A nuestra derecha, sobre la baranda, su Aurora Perea. Pero aclaro que La Embajada Jarocha no es un antojo para mí, algo pasajero y arbitrario sujeto a esta "condición grávida" (así decía), sino una necesidad física y emocional solo comparable al sexo. Los amigos solo para bailar, de hecho, requieren la misma condición que los amigos solo para follar: la maestría. Para algo inferior, ya está el amor. Sí, bailó bolero y son. Tampoco sabrá nunca escribir una novela y lo queremos igual (¡incluso por eso!) Ya digo: el amor.

Al día siguiente cayó una granizada nunca vista en decenios, ni en invierno ni en verano, ni en septiembre ni en abril (especialmente en abril), y creo que pensó en el fin del mundo mientras veía el Zócalo alfombrarse de blanco. Teniendo en cuenta que en la misma semana le tocó el día más seco y el más contaminado, no hay temor en asegurar que es capaz de revolver hasta las fuerzas más elementales (a esto lo llamaría ficción).

Se fue contento: nos despedimos en el Pujol (oh, el destino). Todo lo que dirá sobre él es cierto.

viernes, 15 de abril de 2011

AE en la región 4 (V)

La cara: la edad de oro del periodismo, y la cruz: no existe un modelo de negocio. Declaración de amor: Cayuela es un hombre afortunado, y deseclaración: ¡anda ya, pero si estás embarazada cada dos segundos!

Instalados en El Bajío –según Adrià el mejor restaurante mexicano del mundo, quién soy yo para contradecirle–, dice que estaré contenta, ahora que voy a dejar de explotarlo. ¡Explotarlo! Este hombre no sabe lo que es trabajar.

Ahora me lo llevo a bailar. Si me pidió Paquita la del Barrio, digo yo que no le molestará la Embajada Jarocha...

jueves, 14 de abril de 2011

AE en la región 4 (IV)

Fue gracioso ayer escuchar de los periodistas del programa Prensa y Democracia que al principio tuvieron un choque cultural con él. Que no están acostumbrados a que los traten así ("les gusta hablar como les gusta hacer footing", "¿podría usted bajar un poco a lo concreto?", "nada, nada, no, no sabe nada"), pero que al día siguiente ya se lo tomaban bien. Y reían honestamente. ¡Poco han tardado! No saben estos lo mal que sientan en España las bromas a la arganzuela. Me cayeron bien: profesionales que se juegan la vida en provincias, o que simplemente intentan hacer su trabajo lo mejor que pueden, pero perdidos en la espesura. Todos lo estamos. También él, y reconoce hasta dónde llegan sus faros antiniebla, como siempre. "No sé", decía Octavio Paz tantas veces...

En fin, que no hay nada como el buen sueño para atacar como se debe las palabrotas. Lo dejé descansar a mediodía también, y el tema daba para tanto que se extendió por la tarde. Energía. Preguntas. Algunas respuestas, no todas. Es imposible por ahora.

A pesar de mi tristeza intentaba el buen humor. ¡Pero Ricardo!, me confundía a veces. "¡Ves como somos un matrimonio y solo llevamos tres días juntos!"

AE en la región 4 (III)

Día terrible. Sí, allí estaba mi blusa de flores, pero no yo. No entera ni enteramente. Los alumnos me dijeron que la sesión fue muy provechosa y les creo a partir de lo que presencié.

Como no estaba en mis cabales, cometí varios errores que pagué con sus quejas. Incluida la de mi atuendo, inapropiado para presentar a Aly por la tarde. No dejo de temer que se nos rompa el amor de tanto usarlo, pero hoy yo tenía una disculpa.

De pronto, antes y después de Aly, tan cansadísimos los dos, mi temor es inverso al de ayer: maravillosa su lucidez, pero qué pasa si él no entiende México. Si todo se queda en ah, este país, cuánto poeta, cuánta ficción... En fin, veremos.

Hoy nos merecemos descansar.

martes, 12 de abril de 2011

AE en la región 4 (II)

Tuve un temor súbito viéndolo ayer en la tele concitar tanta, tanta complicidad: maravillosa la amabilidad mexicana, pero qué pasa si no le entienden. Si todo se queda en ah, este chico, qué incómodo es, qué simpático... En fin, veremos.

Por lo pronto no hay que desmoralizarlo, porque hasta ahora está muy contento. Lo que dijo hoy ya lo vieron. La sesión de la tarde demostró que Javier Bauluz debería pagarle comisión. Pero lo más importante del día vino de la cena de anoche con la policía –nombres, nombres, tumbas a los muertos– donde entre otras cosas pretendieron que comiera insectos y un helado rojoblanquiverde, al más puro estilo Ferrigni.

A mediodía no mejoró el panorama culinario: como no entendieron en el comedor qué era un lácteo o su derivado, no comió casi nada. Hizo bien. Por la noche nos resarcimos en el Nobu, del que él hablará mejor. Unos granos de arroz del sushi tuvieron la puntería de resbalarme por el escote, pero me dio vergüenza decirles a los chicos, enfrascados como estábamos en el tema más serio que podíamos tener: los hijos. Como luego empezamos hablar de tríos (unhombre-dosmujeres, no malpiensen), tampoco iba yo a molestar. Y el caso es que al levantarme, los granos de arroz habían desaparecido: no cayeron por el vestido, como corresponde al normal funcionamiento de la ley de la gravedad. Misterio. (Y misterio por qué salió al pasillo en toalla de baño –licencia poética, lo que yo decía–: no se acuerda).

Con respecto a los jueguitos entre mujeres, por cierto, y antes de que él dé la exclusiva que amenaza con dar, la doy yo: sí, la hija de Bauluz y yo bailamos una noche.

lunes, 11 de abril de 2011

AE en la región 4 (I)

Cosa de las dos y media le mandé un meil sorprendiéndome de que alguien fuera capaz de dormir tanto en estas alturas, con este polvo de temporada seca y el jet lag europeo a cuestas. En realidad lo hice por molestar, porque Verónica, aka el link en la sombra, ya me había dicho que estaba despierto. De hecho ya había colgado su primer post americano.

Ya por teléfono, me contó una historia rarísima de quedarse en el pasillo desnudo (licencia poética, supongo) sin nadie que le abriese la puerta. Que se lo pidió a una limpiadora y ella le contestó que no podía porque no era competencia suya. Ah, bienvenido a México, con equis.

Llega a casa con un regalo que ya da por bueno el viaje, qué periodismo ni qué terrorismo ni qué internet: dos cilindros de oro con la última cosecha de Nicolás Gómez Marín. Yo, que estado en esa almazara, sé lo que vale (y no hablo de los recuerdos que me trae).

Está más delgado desde aquel día de San Esteban: el deslactosamiento le sienta bien. Aunque una vida sin queso... ¡y sin Sacha! No me puedo imaginar tanta tristeza.

Apenas hay tiempo para ponerle al día en su agenda. Entrevista a las cinco y media, luego tele y luego cena con el gobierno. Como me toca quedarme de niñera, mañana cuelgo los enlaces correspondientes y cuento del cuento lo que me cuente Cayuela.