sábado, 26 de noviembre de 2011

I FIL far away

Hace tantos años que no voy a Guadalajara, que tiendo a idealizar aquellos días de FIL en los que acabábamos cantando en el Lido con un trío sin dientes y rodeados de prostitutas y chaperos. Recuerdo especialmente legendaria la primera noche, aquella en la que perdí la cuenta al octavo tequila y me quedé sin blusa en un table dance, pero cuando lo quiero contar, pienso entre mí que tampoco es para tanto. Ahora mismo, que lo veo mientras escribo, la cosa se desdibuja. Demasiado decadente.

Siempre hablo maravillas del Veracruz o La Mutualista, donde descubrimos el talento de nuestro bailarín de cabecera en las veladas de La Embajada, y si me paro dos veces, reconozco que las orquestas son malas, no dejan sitio donde sentarse y se puede hablar apenitas. No sé, todo tiene un límite.

Y no me meto en la feria en sí: esos eventos presentados por una pandilla de felices briagos, esos pasillos de neón atestados por los que parece multiplicarse Juan Cruz como el señor Smith, ese Fernando Savater con Fher el de Maná.

Ah, pero amigo. Me ponen un avión y una niñera y me planto allí sin pensarlo, que no me rebautizaron Faraona en balde. Habrán comprobado que escribo desde el puro resentimiento. Casi cantando como Requiebros con la mirada perdía y aquí estoy en un camino en su orilla porque este año no voy.

Bien. Adiospongoportestigo de que algún día recuperaré la verdadera banda sonora de la Feria Internacional del Libro. Si es que la realidad no termina por aguarnos la fiesta.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

no cumpleaños

Habrían sido 63. Lo recordé así.

martes, 1 de noviembre de 2011

tosantos, ayer y hoy

Tendría unos seis años el primer uno de noviembre que conserva mi memoria. Clarito como solo puede serlo un recuerdo de infancia. En el cementerio de El Campillo, poniendo flores en los nichos de la madre y la hermana mayor de mi abuela, que estaban en la pared del fondo a la izquierda. Yo con un vestido y una rebeca blanca, paseando entre lápidas y pensando que el día que me muriera, preferiría una tumba en el suelo, tan bonita, a un nicho en la pared. No tenía conciencia de la muerte como tal, eso es seguro, y tampoco me acuerdo de sentir miedo aquella mañana, templada y luminosa. En la noche era distinto, claro, pero para entonces yo no iba a estar allí. En la noche, por supuesto, los muertos se levantaban, que yo bien lo había visto en "Thriller"...


Aquí esta semana parece fiesta mayor y la fecha grande no es todos los santos, sino difuntos, que con muchísima propiedad llaman por su nombre: día de muertos. No hablaré de la resignación ante el destino inevitable ni del enésimo laberinto de la soledad (no, este país no estaba condenado a tanta sangre). Ya están muy vistos los altares, las flores de cempasúchil y las ofrendas. Novelerías. Entonces pasa lo que el árbol de navidad: llegan los niños y se empeñan en ponerlo. Y cuando llega ese momento, una hace lo que puede...




Luciano Santos Olea, Francisco Santos Álvarez, Francisca Olea Gallardo y Félix Romeo Pescador, en un rincón de la casa.