sábado, 31 de diciembre de 2005

Entrevista con Kiko Veneno

Casi tres años después de editar junto a Pepe Begines (voz del extinto No me pises que llevo chanclas) Gira mundial, producido por él mismo y distribuido sólo por internet, Kiko Veneno vuelve en solitario al ruedo comercial tiendas, entrevistas, actuaciones promocionales con El hombre invisible (V2 Records).
            Nos recibe en Valencina, donde vive, uno de los pueblos que se asoman blancos y tranquilos a la ciudad de Sevilla desde el Aljarafe. La cita es en la peña bética del lugar, donde los parroquianos toman su cañita y ese lunes comentan la derrota del equipo el día anterior. Entra en el bar tímido, espiritado como siempre, su característico mechón blanco contagiando de una vez toda su cabeza y se para con algunos de ellos, solícito y natural, más que a hablar, a escuchar. "Es el más grande, saca de él lo mejor", me dicen, demostrando una admiración a la que Kiko parece modestamente ajeno.
            Heterodoxo sistemático, entrevistarlo es un verdadero reto: rehuyendo cualquier polémica y en contra de su fama de hombre callado, hoy retoza con las palabras, le da la vuelta a las preguntas y las convierte en caja de Pandora hasta perderse. "¿Y a cuento de qué digo yo esto?", pregunta en mitad de los cerros de Úbeda, como si entonara "a veces me tango y la letra te la cambio, y ya no sé por dónde ando, de pronto empieza a llover". Y es que Kiko Veneno, José María López Sanfeliu para el Registro Civil, es a cada paso una letrilla de sus canciones, surreal, contradictorio, tierno, casi pueril.

¿Y quién es "el hombre invisible"?
El hombre invisible forma parte de nuestro imaginario, es un superhéroe, lo que podría llevarte desde los mitos griegos, los dioses que aparecen y desaparecen pero no por ello dejan de actuar, hasta todo lo contrario: la persona anónima que naufraga viniendo a Europa en patera y nadie se ha enterado siquiera de que se ha muerto. O sea, que tiene un montón de interpretaciones. Yo me he imaginado un tebeíllo para que la gente se ría. No quiero hacer filosofía, sino una canción rockera y ya está.

Cuatro años después de aquel Manifiesto Liberación en el que te sincerabas y criticabas a la discográfica con la que cumplías contrato (BMG-Ariola), vuelves a sacar un disco en solitario y con la promoción tradicional. ¿Te sientes reconciliado con la industria musical española?
Yo no tengo ningún sentimiento de odio contra la industria musical. Lo tuve en mis principios, que sí fueron duros: hicimos Veneno y lo guardaron en un cajón, porque les daba vergüenza. No les culpo a ellos, es lo que había y quizá no era el momento nuestro. Después he comprendido que ellos hacen lo que pueden y no tiene sentido estar enfrentado a nadie. Pero sí, en los primeros años yo no entendía cómo esa gente no me daba más...

Lo que no te dieron entonces luego se te ha devuelto: esos primeros discos ahora son de culto...
Bueno, las cosas llegan cuando tienen que llegar. Cuando hice el Cantecito [Échate un cantecito, 1992], se me quitó rápidamente la aversión.

Y a pesar del éxito, incluso entonces conservabas la sensación de que los ochenta fueron una época maldita para ti...
Claro, porque para mí los años ochenta fueron una ruina. Había hecho un disco para meterme en la música, y de pronto empezaron los sonidos tecnos y me quedé sin Raimundo, que formó Pata Negra y siguió la tendencia de renovar el flamenco...

Sin embargo, fue la época en que Camarón hacía historia con La leyenda del tiempo [Kiko compuso la mitad de las canciones, la celebérrima rumba "Volando voy" entre ellas], apadrinaste y diste a conocer a Martirio, empezaste a ser conocido por el programa juvenil La bola de cristal... El público supo entonces quién era Kiko Veneno. ¿Te has replanteado la opinión sobre tu trayectoria?
Yo no me he replanteado nada. No pienso mucho sobre mi vida porque soy una persona muy poco reflexiva, por eso no me gusta el ajedrez. Sé lo que hice y por qué lo hice: no estaba contento, pero tenía que hacer algo.

¿Qué aprendiste de Camarón? ¿Qué anécdotas podrías contar de tu trabajo con él?
Para nosotros era un príncipe y a la vez tremendamente sencillo, humilde, con un carisma muy especial. Tenía un don, y al mismo tiempo, era consciente de su poder y lo utilizaba de una forma muy humana, juntando su hombro con el tuyo.

Los cantantes profesionales se quejan a menudo de los problemas de la industria discográfica española, arremetiendo especialmente contra la piratería y Operación Triunfo. ¿Tú qué opinas del fenómeno de construir artificialmente a un cantante a través de la publicidad de un canal de televisión?
Yo no lo describiría así, sino de la siguiente forma: la familia en el sofá y la "concursitis" son fenómenos que se dan y de pronto la gente se presta a eso... Pero el objetivo siempre es el mismo: Bisbal viene a ser como un Manolo Escobar moderno, y está ahí porque el público lo quería. Realmente las consecuencias musicales que ha tenido no han sido tantas, es un show de televisión más que musical.

¿Cómo es tu relación con internet, a la luz de tu experiencia con tu web y con el disco Gira mundial?
En principio, positiva. Internet es una llamada a la libertad, donde aparecen las opiniones minoritarias. Es una especie de fuerza contra el sistema.

Por donde se cuela la piratería también...
Yo no lo llamaría piratería. Yo estoy en mi casa, me conecto a internet y me dicen "¿quieres esto?, pues para ti", ¿y voy a decir que no? No, no soy tonto. Si hay unos aparatos que permiten copiar las cosas, tú te las copias. Los que fabrican las máquinas para hacer esas copias son los mismos que fabrican los discos, y son los mismos los que siempre ganan... La gente va a hacer todo lo que pueda dentro de las posibilidades que le den. Antes se grababan los discos en casetes para escucharlos en el coche y no se hablaba de piratería. ¿Por qué se habla ahora de piratería, cuando la gente lo que está haciendo es copiar de sus amiguetes? La música, para que cumpla su función, tiene que ser muy compartida.

¿Qué es el flamenco, de dónde viene y adónde va?
El flamenco es poesía. San Juan de la Cruz, Garcilaso, los poemas juglares... todo eso tiene una continuidad en el flamenco. Letras flamencas del siglo xx de pronto son ramas del mismo tronco ancestral. Tiene también una parte muy descriptiva de las costumbres, de los gustos y de la sociedad de su tiempo. Pero sobre todo es un grito personal, a mí lo que me gusta del flamenco es que siempre es individual. Cuando se hace mayoritario, pierde su poder.

Pero qué difícil es darse a conocer y pretender conservarse sólo para una minoría... ¿Cómo se conjuga?
Es difícil, es un proceso de negación constante. Si haces un concierto y de pronto te aplauden mucho, tú te sientes bien, pero como pienses demasiado en lo bien que te sientes... te conviertes en un "mamahostias", pierdes lo que ha hecho posible que hayas tenido un buen momento. Prefiero que me den la verdad y el sentimiento de una sola persona, percibo siempre el colectivo como algo amenazante; al mismo tiempo es algo maravilloso, pero esa contradicción es indisoluble.

¿Cuáles son los límites del flamenco?
Cuando sea una cosa que le guste a todo el mundo, ya no será flamenco.

¿Qué hay de tópico y qué de verdad en que te definan como "padre del flamenco-rock"?
Ni padre ni nada. Yo lo que fui es de una generación que tenía conocimiento del flamenco y le gustaba a la vez la música hippie: Lole y Manuel, Triana, los Smash... Percibíamos que las dos cosas eran nuestras, y en ese momento de romanticismo tardío, en los años setenta, ambas tendencias se juntaron con naturalidad. Quizá nos corresponde también el cambio del estilo de las letras en castellano, que hasta entonces se hacían con mucho miedo.

¿Cómo te gustaría que te recordaran las generaciones por venir?
No tengo ninguna idea ni me interesa para nada. Me gustaría que me recordara la gente que me ha querido y me ha aguantado, como una persona que intentó luchar y que se entregó a la vida.~

(Texto publicado originalmente en la edición española de Letras Libres, núm. 51, diciembre de 2005)

viernes, 30 de septiembre de 2005

Verne en Vigo

Julio Verne, el capitán Nemo y la bahía de Vigo tienen algo más en común aparte del capítulo VIII de la segunda parte de Veinte mil leguas de viaje submarino, donde el narrador francés relata que es en esas aguas gallegas, de los galeones hundidos en la batalla de Rande, de donde Nemo extrae su fortuna fabulosa. Se trata de la exposición itinerante El viaje del capitán Nemo, que recorrió varios puertos gallegos desde principios de junio a bordo de las bodegas del barco de La Fura dels Baus. Su comisaria, la crítica literaria Mercedes Monmany, repasa las claves de esta exhibición y de su logrado catálogo, una magnífica muestra del universo que Verne es capaz de desplegar en escritores, dibujantes, cineastas, ingenieros y hasta cocineros, desde que se nos instala dentro mientras vivimos en nuestra patria, la infancia.
            Dos circunstancias principales se dieron para concretar esta muestra: el centenario de la muerte de Verne, cumplido exactamente el pasado 24 de marzo, y la Vuelta al Mundo de Vela, que por primera vez en su historia no partirá de un puerto británico, sino de la ciudad de Vigo. Siendo en las aguas de esta bahía donde Verne sitúa el tesoro del capitán Nemo, el gobierno autonómico de Galicia aprovechó el evento deportivo para organizar un gran programa cultural dedicado al mar, en el que tendría cabida el homenaje al escritor nantés propuesto por Mercedes Monmany y el espectáculo de La Fura dels Baus Peregrinos da noite sobre los emigrantes gallegos a bordo de su propio barco, el Naumon. Monmany cuenta que fue José Ramón Lete, director general de Deporte de la Xunta, quien dio con el hilo clave: por qué no hacer la exposición aprovechando las bodegas del barco. "Yo he recorrido las exposiciones de este año en Francia y he tenido noticia de otras, pero ninguna tiene esta particularidad, que en el caso de Veinte mil leguas de viaje submarino es redundante porque el lema del Nautilus es 'Mobilis in mobili', móvil en lo móvil", relata la comisaria. Dicho y hecho, no sólo trasladaron el proyecto directamente al océano, sino que lo convirtieron en una "visita sensorial", en sus palabras, a través de una recreación del interior del Nautilus.
            Cuidadosamente apoyada con música compuesta a partir de la que tocaba el capitán Nemo, ilustraciones, imágenes de todas las películas inspiradas en Verne y proyecciones gastronómicas sobre una mesa de salón comedor, la exhibición gira en torno a cinco ejes. Uno, la conexión entre Verne y Vigo, ciudad que visitó dos veces cuando ya era un best-seller en Europa y América. Dos, la biografía del escritor que sigue siendo considerado padre de la ciencia-ficción a pesar de los esfuerzos repetidos de expertos y profanos por ampliar esta clasificación simplista. Tres, los capítulos principales de Veinte mil leguas de viaje submarino, la novela que hizo realidad llegar al Polo Sur, visitar la Atlántida y cruzar bajo agua un canal de Suez aún no construido, acompañados por un capitán misterioso convertido en leyenda a bordo del Nautilus (o la imaginación). Cuatro, la trascendencia del libro en otras artes, reflejada con creces en el catálogo, una suerte de tratado multicolor sobre Julio Verne y el mar. Y cinco, los –¡cuatro! inventores españoles que contribuyeron al desarrollo de la navegación submarina: Narcís Monturiol, Cosme García, Antonio Sanjurjo y, decisivamente, Isaac Peral.
            Mercedes Monmany explica por qué y cómo puso un interés especial en estos dos últimos puntos. Con respecto a los inventores, dice haber querido tratar la época previa al gran mercado: "Todos ellos llegan a probar prototipos perfectamente válidos y acaban olvidados, incluso perseguidos, por la oficialidad. Yo quería unir esto al desengaño de Verne, a la ingratitud de sus contemporáneos: no entró en la Academia francesa y siempre tuvo esa espina. Su pecado era precisamente ser un best-seller y lo miraban por encima del hombro. Y ésta es una paradoja que a mí también me ha interesado tocar. Hoy el mercado ya busca, a Monturiol le pagarían mil viajes, al mismo Verne no se le negaría en absoluto la Academia, estaría todo el día en la tele y sería imposible. En aquella época te da cierta ternura pesar que esta gente se fue triste al otro mundo, sus contemporáneos fueron muy avaros".
            En cuanto al catálogo, refiere que dividió a los autores por "especialidades nemianas", clasificadas en el índice con un mismo leit motiv, el viaje. Cuenta divertida que buscando a los especialistas se encontró con una especie de secta en la que todos se conocían: "Cuando das con un verniano es como la gente aficionada a los Beatles que colecciona camisetas". Quizá los casos más sorprendentes sean el gastrónomo experto en los platos del Nautilus, Cristino Álvarez, que no sólo existía, sino que ya había escrito sobre el tema, y el capitán de navío Luis Delgado Bañón, conservador del Museo Naval de Cartagena e historiador, gran conocedor de los aparatos submarinos y fanático de Verne. Monmany subraya también la labor del documentalista cinematográfico Asier Mensuro, que consiguió para la exposición filmes originales de los años 20 que nunca se habían proyectado en España.
            Igual de difícil que encontrar a los especialistas "raritos", como los llama Monmany, fue seleccionar a los escritores y literatos. "Esto sí que era infinito, porque Verne es un autor de futuros escritores, de adolescentes que empiezan a descubrir la literatura, así que elegí de forma un poco intuitiva", cuenta. En la lista figuran Enrique Vila-Matas, Pedro Sorela, Soledad Puértolas, Martín Casariego, José María Guelbenzu, Ramiro Fonte y Luisa Castro, que mantienen ese equilibrio buscado por Monmany entre estrictos críticos, autores imaginativos y escritores gallegos.
            El resultado de este cóctel de expertos es un libro ilustrado y completo que justifica la trascendencia del capitán Nemo y explica, en fin, este querer fervoroso a Verne entre gentes tan dispares: atrapó para siempre a muchas generaciones de lectores voraces cuando aún eran niños, como una suerte de calostro mágico literario. Que los jóvenes de hoy conozcan el nombre de los personajes de Verne sin haberlo leído es una prueba más para Monmany de que su destino era acabar en mito.~

(Texto publicado originalmente en la edición española de Letras Libres, núm. 48, septiembre de 2005)

jueves, 30 de junio de 2005

Eñe, revista para leer

La Fábrica, responsable de proyectos exitosos como la revista Matador o Photoespaña, lanzó el pasado abril Eñe. Revista para leer, que ofrecerá cada trimestre textos de creación inéditos en torno a un mismo tema que serán ilustrados por un dibujante consolidado. Sus intenciones: recuperar el placer de la lectura y servir de puente entre España y Latinoamérica. Para darle la bienvenida a estas aguas procelosas, hablamos con su editor, Alberto Anaut, en la sede de la editorial.

¿Por qué había que aclarar que es una revista para leer?
Aparte de una pequeña provocación, quiere decir que esta revista tiene literatura, no que habla del mundo de la literatura.

Este es un proyecto acariciado por La Fábrica desde hace bastantes años. ¿Por qué habéis decidido sacarla precisamente ahora?
Teníamos Eñe en un cajón desde hacía ocho o nueve años. Lo que ocurría es que en aquel momento acabábamos de lanzar Matador, estábamos empezando otros proyectos como Photoespaña, y no teníamos ni calma ni fuerza ni talento para iniciar ningún otro más. En este momento, muchos de esos proyectos están asentados y con una buena perspectiva. Eñe tiene mucho que ver con Matador, son claramente de la misma casa. No ha cambiado el panorama, no hay una revista que ocupe claramente ese lugar y no nos hubiera gustado salir con algo que ya existe.

Pero las comparaciones son inevitables con Granta en español.
En el momento en que concebimos esta idea, Granta no existía en España, sólo en Inglaterra. Cuando estábamos trabajando ya en este proyecto, hace un año, vimos que salía aquí.

¿Pisados?
No, qué va, al contrario: sentimos que nos metíamos en un terreno de prestigio y no creímos que nos quitara el sitio. Creo que Eñe es más exquisita en la presentación, que nuestra apelación al mundo del arte es diferente a la de Granta. La cabeza en Londres no es la misma que la cabeza en Madrid y creo que podrán convivir siendo distintas. Desde luego no tenemos vocación de ir detrás de nadie. No somos recién llegados, sabemos hacer revistas. Estamos convencidos de que estamos en un proyecto de larguísima vida y así nos hemos embarcado en él.

¿En qué sentido se parece Eñe a Matador?
En el sentido de lo exquisito. Sus formatos no tienen nada que ver en apariencia, pero están exactamente igual de cuidados. El papel y la impresión de Matador se mantienen en Eñe con distinta personalidad pero con la misma seriedad. Y en los dos casos peleamos por textos inéditos y por autores de interés.

¿Qué tipo de lector buscan?
Una revista literaria es capaz de convocar a muchísimos lectores, muchos más que una revista volcada hacia el mundo del arte, y no queremos que Eñe sea minoritaria. Nuestra tirada es bastante ambiciosa quince mil ejemplares–, porque confiamos en el lector y queremos que la revista esté bien distribuida.

La Fábrica siempre se ha caracterizado por la unión bien avenida entre las nuevas tecnologías y la cultura. ¿Eñe se aparta de ese camino?
Las nuevas tecnologías son medios a nuestro alcance. La web de Eñe ha nacido con ella, pero una de las banderas será la parte física de la revista. Eñe es un producto que idolatra la forma, tiene que estar en la mano del lector, eso va vinculado al placer de la lectura...

¿Cómo enfocáis el puente con Latinoamérica que pretendéis tender?
Queremos que Eñe tenga la misma presencia en España y en Latinoamérica, y esto no quiere decir que se venda lo mismo, sino que tenga la misma capacidad de convocar opiniones. No es una cuestión de distribución, sino de lograr una posición de editores en otros países similar a la que podemos tener en España.

¿A qué te refieres?
Me refiero a que el lector no sólo busca textos, sino una cierta identificación con la revista, y ahora mismo no tenemos esas señas de identidad en Latinoamérica, allí somos unos extranjeros. Las queremos lograr de la mano de editores locales que sí las tengan y que lleguen a ser socios de un proyecto con La Fábrica. El sueño y el objetivo es estar presentes por lo menos en los principales países latinoamericanos siendo reconocidos como propios.

El número de verano de Eñe, dedicado a "La ciudad", saldrá a la venta el 21 de junio, estará ilustrado por Miguel Ángel Campano e incluirá textos de Juan Villoro, Alberto García-Alix y Jorge Edwards, entre otros. ~


(Texto publicado originalmente en la edición española de Letras Libres, núm. 45, junio de 2005)