domingo, 18 de mayo de 2014

Martirio de mi vida

La voz de Martirio me acompaña desde que era niña. Cuando la tele era prodigiosa y ella bien podía parecerse a mi madre o a mi tía, o más bien a nuestra vecina Ani, la más moderna de aquel octavo piso en el barrio de las Colonias. Martirio, Maribel Quiñones, también era de Huelva.

En plena adolescencia mía sacó un disco de sevillanas (¡sevillanas!) que me hacía el día, pero a quién le iba yo a contar, si el que no estaba con Bon Jovi estaba con el pobrecito Kurt o con Chimo Bayo. Pasaron muchos años, vaya, antes de encontrar a alguien al que le gustara tanto como a mí (y me enamoré, claro).

Más tarde, tuve la suerte de entrevistarla. Un encuentro compartido con Carmen París que fue posible gracias a Félix Romeo, como tantas otras cosas, y en el que descubrí ¡por fin! el color de sus ojazos. Ya en México, en mi primera FIL de Guadalajara, la vi en el mismo escenario con Kiko Veneno y Raimundo Amador, una cosa histórica que no sé cómo no salió en los papeles.

Anoche, en el Teatro de la Ciudad, cantó por Chavela y enseñoreó parte de su repertorio, coplas, boleros, tangos, servidos en copas flamencas o vestidos de jazz, y cantó un fandango toronjero a ritmo de rock, y se quitó las gafas de sol en público –¡oh!– cuando "Ojos verdes" por bulerías, y me devolvió de muchas maneras, con muchas risas y muchas lágrimas y una palabra (REO, reo, que eres un reo), a esa niña que fui en el primer párrafo.

miércoles, 7 de mayo de 2014

cartas bajo llave

Conservo casi mil cartas en un cajón de la casa de mi madre. Todas ellas recibidas entre los doce y los diecisiete años, salvo algunas de amor posteriores. No tienen ningún interés, aun en el caso de que yo triunfara en el mundo de la canción, y sólo sirven para constatar mi gusto por contar cosas. Pero son objetos que alguien podría encontrar. Hoy las cartas que se escriben –creo que escribimos más que nunca– quedan bajo llave con muestra muerte. Nuestra vida publicada a golpes de 140 caracteres conservará secretos para siempre. Yahoo, Google, Hotmail, dueños fatales de la correspondencia de Flaubert con Louise Colet; una mano universal e inexorable de la sobrina de Gustave echando al fuego las letras a su tío.