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domingo, 5 de agosto de 2012

Zenobia Camprubí, mujer sin sombra

No hay escritor que recibiera el premio Nobel con tanta tristeza como Juan Ramón Jiménez: Zenobia de su alma (véase la dedicatoria a la Tercera antolojía poética) agonizaba, ese día 21 de octubre y por una semana más, vencida por el cáncer de matriz contra el que batallaba desde hacía cinco años. Dos meses después en Estocolmo, en nombre del poeta –varado en Puerto Rico, hundido ya sin remedio en la depresión– agradecía el galardón Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico, con un breve discurso que incluía estas palabras: “Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron, durante cuarenta años, mi trabajo posible. Hoy, sin ella, estoy desolado e indefenso.” No contenían ni un gramo de retórica.
            Es obvio y casi un lugar común cuando se trata de un escritor biencasado: la mujer es el lado izquierdo del cerebro que les lleva el mantel, la cama y las cuentas, quien les permite, en fin, dedicarse por entero y sin distracciones a su obra. Pero hay más en este caso: Zenobia Camprubí Aymar (Malgrat de Mar, 1887-San Juan de Puerto Rico, 1956), la más estrecha colaboradora en el trabajo de su marido, su primera y más útil editora, musa activa y enérgica, el equilibrio que lo mantenía en pie en sus periódicos ataques maniacodepresivos, fue también, por sí misma, alguien singular en su época. Escritora, traductora, empresaria, abanderada de la emancipación de las mujeres en España, el tratamiento de su figura ha oscilado casi siempre entre el ostracismo y el melodrama, a pesar de los denuedos de algunos estudiosos, liderados por Graciela Palau de Nemes, por darle su lugar. (Graciela Nemes, como la llama Zenobia en su Diario, no fue solamente exalumna, amiga y asistente personal en sus últimos días: también fue quien solicitó y envió toda la documentación necesaria a la Academia sueca para proponer a Jiménez por parte de la Universidad de Maryland.)
            Hija de un próspero ingeniero catalán, Raimundo Camprubí, es la rama materna la que otorgaba a Zenobia la alcurnia cosmopolita: su madre, Isabel, nació de Augustus Aymar, cuya ascendencia figura en los orígenes de la ciudad de Nueva York, y de Zenobia Lucca, una rica portorriqueña de familia bilingüe. A Zenobia Camprubí la educaron tutores particulares en casa y en ambos idiomas, y de los diecisiete a los veintidós, años decisivos, vivió en Estados Unidos sola con su madre. Las desavenencias entre Camprubí y Aymar, parece, sobresalieron desde siempre –Raimundo se quejaba, por ejemplo, de que Isabel no sabía llevar una casa­–, pero en el caso de esta separación fue decisiva una amena za de muerte recibida contra el hijo menor a cambio de dinero. Según cuenta Nemes, ella pensaba que su marido se había puesto en peligro al endeudarse en la Bolsa de París. Reconciliado el matrimonio, en 1909, las mujeres volvieron a España, en concreto y curiosamente a La Rábida (a pocos kilómetros de Moguer), donde estaba destinado el ingeniero Camprubí y donde la joven Zenobia puso en marcha una escuela rudimentaria para alfabetizar a los niños del lugar. Ya en Madrid, un año después, era natural que Zenobia, extravertida y risueña, rubia de ojos azules para rematar, fuera un imán. No solo para los aristócratas y extranjeros que frecuentaba, sino para intelectuales y escritores.
            Zenobia conoció a Juan Ramón en la Residencia de Estudiantes, en unas conferencias del verano de 1913. A él ya le habían hablado de la “Americanita” –ese era su apodo–, lo cual demuestra que sus cercanos veían una idea estupenda juntar sus caracteres disímiles, y se enamoró de inmediato. Una muestra de su puño y letra:

Ella es una muchacha que, claro, no diré que es mejor a las demás, porque en el mundo hay muchísimas mujeres de valía, pero uno ha de hablar en relación con aquellas que conoce, y yo de cuantas he encontrado es la mejor –no sé si a los demás les gustaría, y esto me tiene sin cuidado–, pero a mí sí. Es agradable, fina, alegre, de una inteligencia natural, clara, y que tiene gracia, esa gracia especial que se adquiere con los viajes, con la gran educación social del país norteamericano donde está educada; que sabe varios idiomas, ha viajado, ha visto muchísimo, ha leído también mucho, y con todo es muy joven.

A ella no solo no le gustó él, sino que el matrimonio le parecía fuera de lugar: “Yo soy la clase de mujer que no se casa (...) Todavía no he visto al hombre que me pudiera hacer más feliz de lo que creo poderlo ser siendo soltera”, le había escrito a su amiga María Martos. Se lo había dejado claro también al abogado Henry Shattuck, cuya historia de amor puede atisbarse entre las siguientes letras fácticas: pretendiente de Zenobia en su juventud, nunca se casó, y fue su contable, su albacea y su amigo fiel hasta la muerte.
            Pero aún no entraba en escena ese Cupido insospechado llamado Rabindranath Tagore. La traducción de Zenobia de sus poemas del inglés fue el resquicio por donde entró el definitivo estoque de los requiebros de Juan Ramón. Ella traducía, él cincelaba, y juntos dieron a conocer en periódicos y revistas al bengalí, premio Nobel de ese año (el primer libro íntegro traducido conjuntamente fue La luna nueva, publicado en 1915). Fue el comienzo de una pareja y de un trabajo simbiótico que se prolongaría las cuatro décadas que dio de sí la vida de ella, como muestran fragmentos seleccionados de su Diario.
            Corresponde a los expertos dilucidar, si es que se puede, en qué medida influyó Zenobia en la poesía de Juan Ramón Jiménez; si es cierto, como aventura Nemes, que fue por Zenobia que Juan Ramón fue depurando su estilo hasta llegar al concepto de poesía desnuda. Sí es un hecho que Estío, el libro que marca el cambio decisivo, se publicó en 1916, el mismo año que casó con Zenobia (en Nueva York, el 2 de marzo), y que esa pureza es plenamente reconocible en Diario de un poeta reciencasado. Es otro hecho que el carácter de Zenobia, práctico, resuelto y alegre, fue el óptimo para empujar al trabajo a ese poeta “cansado de sí mismo”, o para evitar, directamente, que se hundiera en las aguas negras de la melancolía.
            La abnegación en un trabajo, supongo, más si el trabajo es un hombre y la abnegada una mujer, es siempre difícil de entender. Y la vida de Zenobia, buena amiga de María de Maeztu y Victoria Kent –con las que fundó el Lyceum, el primer club para mujeres afiliado al de Londres, empresa cristalinamente feminista–, sufrió la paradoja de convertirse en carne de cañón para la corrección política. (Manuel Vicent, por ejemplo, pintó a un cruel Juan Ramón que “muy pronto aprendió a hacerse el enfermo para conseguir toda clase de mimos de criadas y nodrizas y salirse siempre con su voluntad”; Rosa Montero fue más audaz: llamó torturador al poeta y aseguró que lo suyo por Zenobia no podía ser amor.) Basta una cita para desmontar la imagen de víctima maltratada que algunos han querido endilgarle: “Después de todo, yo soy en parte dueña de mi propia vida y J. R. no puede  vivir la suya aparte de la mía.”
De sus diarios y cartas, en efecto, se desprende que Zenobia nunca se sometió a otra voluntad que no fuera la propia. Y eso incluyó sus negocios, originales y exitosos, en el Madrid de los años veinte y treinta: la tienda Arte Popular Español y la renta-decoración de pisos para diplomáticos extranjeros.
            Eso no quiere decir que la vida junto a Juan Ramón fuera un banquete de perdices (qué matrimonio sí, por otra parte). Graciela Palau de Nemes se esforzaba, de nuevo, la última vez que visitó España, en 2010: “Ella nunca dependió de Juan Ramón ni vivía sacrificada salvo cuando él estuvo enfermo. Eran marido y mujer, sin más.”
Por otra parte, es imposible deslindar su carrera de la de Juan Ramón Jiménez. La obra temprana de Zenobia, que publicaba desde los catorce años en revistas y periódicos y fue notable autora de cuentos infantiles, queda inevitablemente eclipsada por el testimonio artístico y personal que supone su Diario  en el exilio, cuidado y prologado en tres tomos por la doctora Nemes.
            Zenobia había comenzado a llevar una bitácora personal por sugerencia de su madre en 1905, al inicio de su estancia juntas en Nueva York, simplemente para recoger los pequeños actos de la vida cotidiana, una tradición, de nuevo, poco hispana y muy anglosajona. Es por eso que abunda la información sobre dinero, mudanzas, dentistas, correspondencia diaria, y escasean los apuntes íntimos. Esto llega al paroxismo, e incluso exaspera, precisamente en su diario de recién casada (“Me casé”, “Juan Ramón y yo tuvimos nuestro primer disgusto y después nos dio mucha pena y nos quisimos más”, unos sospechosos “Los dos muy contentos” y poco más es todo lo que encontrará el cazador de chismes). Este diario, por cierto, que acaba de publicar la Universidad de Huelva en conjunto con el de Juan Ramón (se presentan indistintamente entradas de uno y otro, siguiendo el calendario) bajo el título Diario de dos reciencasados, anotado por Emilia Cortés Ibáñez, es una iniciativa editorial a la altura de las traducciones de Tagore: coloca en su justo espacio a Zenobia Camprubí, en paralelo con Jiménez y no detrás.
            Es en su diario del exilio donde será menos reservada al respecto. No se olvide: en 1937, cuando salen de España huyendo de la Guerra Civil, Zenobia está a punto de cumplir cincuenta años­ y lleva una veintena de ellos casada. La vida y el marido se ven ya desde otra atalaya. Hay menos lastre, menos inseguridad, es decir, menos vergüenza:

Con la moral completamente baja por el calor, por no tener nada que hacer y porque J. R. está en actitud polémica, egoísta e irritable, me encuentro planeando el resto de mi vida egoístamente. Voy a tratar de disfrutar parte de lo que me queda de ella. Y de seguro quiero un cuarto para mí sola para hacer lo que me dé la gana, abrir bien las ventanas, ponerme crema en las manos cuando el fregar me endurece la piel y moverme en la cama si me apetece.
(La Habana, 25 de julio de 1939)

Sirvan los fragmentos seleccionados en el dossier que sigue de paradigma a su obra principal: de qué manera reciben las noticias que les llegan de la trágica Europa, cómo es el trabajo diario con el poeta y marido, cuáles fueron sus últimos afanes y dolores.
            El primitivo tratamiento con radioterapia al que se sometió, instigada por unos médicos claramente negligentes, le quemó el vientre e impidió, a última hora, la segunda intervención que prolongaría su vida. La cercanía de la muerte no la arredró: fueron los últimos meses cuando más trabajó por completar la Tercera antolojía poética, que ya no vio impresa, por alistar la sala de la Universidad de Puerto Rico que acabaría teniendo el nombre de ambos, y sobre todo, por dejar protegido económicamente a un Juan Ramón, que sería una simple sombra los dos años que la sobrevivió.
            A juzgar por los testimonios cercanos, la del Nobel era en verdad una noticia destinada a ella (de hecho, se lo comunicaron el 21 de octubre, cuatro días antes del anuncio oficial, debido a la gravedad de su estado). Recuerda Nemes:
Por el mundo corrió la noticia de que Zenobia se había muerto al siguiente día de anunciarse el Nobel; pero me consta que vivió el día gloriosa, lúcida, merecido premio por sus trabajos, sus ansias, sus plegarias, su incomparable amor, sus sacrificios por el hombre que por ella vivió y pudo escribir la más honda poesía de su vida.
Podía morir en paz: su obra estaba completa. ~


(Publicado originalmente en la edición española de Letras Libres, núm. 131, agosto de 2012.)

viernes, 30 de abril de 2010

Jacobo Siruela, el placer de editar

A principios de los ochenta, Jacobo Fitz-James Stuart, conde de Siruela (Madrid, 1954), fundó y bautizó con su título nobiliario una editorial que se convertiría en referente. La vendió siendo una empresa próspera y prestigiosa en el año 2000 para centrarse en el proyecto exquisito y artesanal que lleva a cabo junto a su mujer, Inka Martí, desde su masía en el alto Ampurdán: Ediciones Atalanta. Un lustro de vida y casi medio centenar de títulos en el catálogo lo hicieron venir a México a presentarla.

Los editores suelen quejarse de su relación con los autores. Tú pareces haberlo solucionado publicando mayoritariamente a escritores muertos.
Bueno, yo no he tenido relaciones muy conflictivas con los autores, la verdad. Es cierto que mis autores vivos están lejos: uno vive en Tokio, otro en Uttar Pradesh, otro en Nueva York... De todas formas creo que es un conflicto necesario. Cualquier relación humana es conflictiva, más cuando hay intereses de por medio. Yo lo he solucionado un poco como casi todo: saliéndome por la tangente.

De las expectativas que tenías hace casi cinco años para Atalanta, ¿cuál se ha cumplido y cuál no?
Podemos estar razonablemente satisfechos, porque el sello se ha implantado bastante bien en España. Faltaba Latinoamérica, donde se vende poco, porque los libros son caros y porque hay que hacer política de marca. Por eso hemos venido a México. Yo no podía venir con tres libritos; ahora, con 43 libros, era el momento, y seguramente volveremos en diciembre. Yo he tenido una relación muy buena con México; en general con Latinoamérica. Siempre he sentido muy afín la sensibilidad latinoamericana.

Pienso que los editores españoles han conquistado el mercado editorial latinoamericano pero quizá les falta profundizar en la realidad del continente...
Bueno, es una verdad a medias, porque también se publica bastante literatura latinoamericana en España. También Latinoamérica vuelve la espalda a España: en muchas partes de Latinoamérica no se publica literatura española. Es una cosa recíproca.

¿Puedes poner un ejemplo?
Es bastante notorio, no hay que poner ejemplos. Yo sé que hay editores que han llevado los autores españoles a Latinoamérica y no se han vendido. Hay una especie de interés y desinterés: son dos realidades culturales que están condenadas a estar juntas. Es un mismo mercado, una misma lengua y una cultura diversa. Pero quizá no soy el más indicado; eso tendría que explicarlo un editor que publica autores latinoamericanos en España.

El gran éxito de Atalanta.
La historia de Genji: increíble que hayamos vendido doce mil y pico ejemplares.

Y un fracaso o una decepción.
En realidad, fracaso estrepitoso ninguno; es decir, los fracasos son mil y pico, y ahí se detienen las ventas. En España nos suelen ir mejor los ensayos que los cuentos, curiosamente, aunque Conrad va por la segunda edición, como Vivant Denon; Oscar Wilde va por la cuarta...

Has dicho en alguna entrevista que no fundaron Atalanta por motivos comerciales, pero eso no querrá decir que no te deja...
Siempre he dicho en broma que trabajo para no perder. Lo que pasa es que me estoy metiendo continuamente en libros que vacían las arcas de cualquiera. La Historia de mi vida de Casanova, por ejemplo, me ha costado ciento treinta mil euros. Evidentemente ya se han vendido más de tres mil ejemplares y hemos cubierto gastos. Pero siempre estoy intentando hacer posible lo imposible.
¿
Se necesita ser rico para tener una editorial así?
No, no. Yo fundé Siruela con bastante poco dinero. Con Atalanta sí metí dinero, pero como La historia de Genji fue el tercer libro, lo recuperé rápidamente. Claro, al principio hay que tener cubiertos los gastos de los primeros libros, de la página web, etcétera. Una pequeña editorial tiene gastos muy pequeños, una capacidad de reacción muy rápida, y todos tus movimientos son mucho más rentables que en las grandes empresas.

¿Cómo organizas el trabajo desde la lejanía de la masía?
Yo trabajo para Atalanta por la mañana y desde el ordenador se hace todo. Por eso siempre he dicho que es una editorial que funde lo campestre con lo cibernético. Sin el ordenador, no hubiéramos podido hacer Atalanta. A través del ordenador se procesan los textos, se hace el diseño, se envía a la imprenta; toda la investigación que hacemos de los libros se hace a través de internet, y los libros los recibimos a través de Amazon o de David’s Books. Soy muy partidario de lo electrónico, porque creo que es lo más interesante que ha pasado en la cultura en los últimos veinticinco años. Ahora he elogiado los blogs y ha tenido un eco increíble en los medios mexicanos. He tocado una fibra sensible de una manera azarosa, porque lo único que he hecho es contar mi experiencia. Nosotros publicamos a Masud Naiyer, que vive en Uttar Pradesh y sobre el que ni su propia agente sabía. El comportamiento de los críticos en periódicos y suplementos normalmente sería muy convencional: “Puf, un indio, y desconocido, y de Atalanta, debe de ser raro; si fuera de Anagrama...” Y de repente tres blogs lo han descubierto y han escrito críticas entusiastas y lo han recomendado como el mejor libro del año. Los blogs están más en la realidad, son más ágiles, y se dirigen a veinte mil personas, pero todos amantes de la literatura, o sea que el eco que pueden tener es muy grande. Es verdad que si sale una crítica en El País se dispara la venta, y esto con un blog no se puede saber. Pero intuyo que es importante.

¿Y ya tienes Kindle?
No estoy interesado. Yo voy a seguir haciendo el libro tradicional. Pienso además que el libro que hacemos es un libro del siglo XXI, que se seguirá haciendo, y que la tecnología de Gutenberg es perfecta. Son los grandes grupos los que están interesados en eso. Yo soy defensor de lo artesanal, entonces estoy en otra posición. Esto no es pasar del barco de vela al barco de vapor: es una opción más. Yo creo que se ha dado una noticia que no se ha producido, que promete una expectación creada artificialmente, muy vinculada también al negocio, a la expectativa de beneficios. Veremos en los próximos años cómo se desenvuelve.

¿Dónde reside el secreto para acertar?
En qué se basa el tahúr: en su técnica, en su experiencia, pero finalmente acierta por algo que ni él sabe. En este oficio no se puede saber. Yo me meto en la impresión enorme de Casanova y puedo saber cómo promocionarlo; sé que la prensa, cuando yo les explique que es un libro importantísimo, se va a entusiasmar. Y claro, este es el Casanova auténtico, con dos mil notas y doscientas páginas de índice onomástico; luego puede venir otro y hacerlo a dos pesetas y fastidiarte. Pero oye, estas son las leyes del tahúr, que no se queja del casino. Los lloriqueos no van conmigo.

Te hará gracia saber que a la vuelta de mi último viaje a España estuvieron a punto de abrirme la maleta: el bulto de las memorias de Casanova les parecía una suerte de artefacto explosivo...
Es que lo es.

¿Qué es lo más difícil de una editorial como Atalanta?
La edición en general es dificilísima. El proceso de producción hasta que llega al lector depende de tantas personas y tantos pasos técnicos e intelectuales... El lector no sabe la información tan sofisticada que conlleva un libro. Para mí es el objeto platónico por excelencia.

Y eso que Sócrates estaba en contra de los libros...
Decía Schopenhauer que un hombre de genio no podía no escribir, y que además Sócrates tenía panza, lo cual no es de hombre de genio.

Pero no me has dicho qué es lo más difícil para ti.
Cada libro es distinto, tiene problemas diferentes. En uno puedes tener problemas con el autor, en otro con un traductor, en otro con las correcciones, en otro con la imprenta, con la distribución o con la promoción... Esto no es sencillo, y la complejidad no se puede explicar en pocas palabras.

¿Echas de menos Siruela?
No. Yo me he reinventado totalmente. Para mí fue triste dejar todos los autores, pero yo no estaba por la labor de hacer una Siruela dos, llevarme a los autores, ese tipo de cosas. Era mejor empezar de nuevo con otro proyecto cultural, desarrollando las tres ideas del catálogo, llevar una labor de investigación y disfrutar con el trabajo, que es lo que nosotros hacemos. Yo he querido recuperar el placer de editar.

¿El apellido te ha pesado más que ayudado, o viceversa?
Esa siempre es una arma de doble filo. Al principio, por ejemplo, el impresor se fiaba de mí, pero luego en el mundo literario era “¿y este señorito que hace aquí?” Pero, en fin, yo siempre he vivido al margen de todo eso. Me he concentrado en hacer mi trabajo al margen de mi familia o de mis circunstancias sociales. ~


(Publicado originalmente en Letras Libres –México núm. 136, España núm. 103–, abril de 2010.)

miércoles, 7 de abril de 2010

David Razú, promotor de la ley sobre el matrimonio homosexual

“Nunca en la historia de México la adopción ha estado prohibida por razones de orientación sexual”

David Razú Aznar (Ciudad del Carmen, Campeche, 1974) maneja a la perfección las maneras políticas –aliteraciones pertinentes, énfasis en las ideas, uso del vocativo con el interlocutor– y fomenta el uso de las plataformas sociales en internet (pueden seguirlo en Twitter en @drazua) para comunicarse con el ciudadano. Su partido, el Socialdemócrata, perdió el registro nacional por insuficiencia de votos en las últimas elecciones, pero sí logró colarse en el congreso del DF. Como presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa capitalina y asociándose al PRD, Razú ha conseguido que el pleno aprobara la ley sobre el matrimonio homosexual, que junto a la aprobación del aborto libre durante las doce primeras semanas de embarazo hace del Distrito Federal un modelo en el mundo en materia de derechos sociales.

¿Cómo fue el camino de la propuesta de ley del matrimonio homosexual hasta que se convirtió en ley?
La iniciativa era parte fundamental de mi propuesta de campaña para el Partido Socialdemócrata y fue impulsada por una creciente red de organizaciones sociales que comenzaron a ejercer cada vez mayor presión. (Es importante decir que la pérdida del registro del partido vino de la votación nacional, no de la local: en la local sí obtuvimos los votos necesarios.) Lo que hice fue acercarme a aquel grupo parlamentario que tuviera la igualdad como bandera y como motor fundamental, y eso es desde luego el PRD. La ruta lógica era hacer un acuerdo con ellos. Desde antes de que comenzara la legislatura, hicimos público un acuerdo que se llamó “Alianza de Izquierdas”, por medio del cual me adhería al grupo parlamentario –no al partido–, y el PRD se comprometía a impulsar la agenda socialdemócrata, en particular este tema de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Ya entrada la legislatura hubo mucho diálogo con los otros grupos parlamentarios, y muy buena respuesta del PT, de Nueva Alianza… En fin, fue posible irla avanzando. También teníamos un creciente apoyo social. Se fundó alrededor de estas reformas la red social Sociedad Unida por Nuestros Derechos, que cuando subimos la iniciativa al pleno, el 24 de noviembre de 2009, tenía más de doscientas organizaciones. Para cuando se aprobó la iniciativa, eran casi seiscientas organizaciones en la red.

Hay dos Méxicos muy distintos: está el DF y luego el resto de la República, algunos de cuyos estados presentaron impugnaciones a esta ley. ¿De veras crees que hay apoyo social mayoritario en México, o que es más bien la capital contra una provincia todavía conservadora?
El otro día leía en Twitter que lo increíble no era que hubiera matrimonio entre personas del mismo sexo y despenalización del aborto en México: que lo increíble era que en México existiera el DF. A mí me parece que lo que está pasando es un reflejo de la sociedad capitalina, y no lo veías antes de la democracia porque estábamos limitados; nada más hacía falta abrirle la puerta a la sociedad, una sociedad avanzada, una sociedad cosmopolita y que cree más en los derechos humanos. Eso por lo que corresponde al DF. En cuanto a los estados que presentaron las controversias, ya viste que las seis fueron desechadas por la Suprema Corte de Justicia. Ahora, si hay o no un apoyo mayoritario es algo que en el debate de los derechos humanos no debe ser el centro de la atención. De hecho, históricamente, la lucha por los derechos humanos se da en un ámbito y en un ambiente contramayoritario. Lo mismo ocurrió en su momento cuando se dio la existencia del matrimonio civil, que fue un escándalo. Nadie se quería casar. Y después, cuando se le dio el voto a la mujer. Son hitos en el avance social que no deben valorarse con respecto a la posición que las mayorías tengan. Si vivimos en democracia es precisamente para garantizar que no sean pisoteados los derechos de las minorías. Por eso, todos esos planteamientos de llevar esta reforma a referéndum y cosas por el estilo son absurdos. Desde luego, estoy convencido de que las reformas van a permanecer, y que la Suprema Corte de Justicia va a fallar en contra de la inconstitucionalidad ominosa promovida por el Gobierno Federal. Creo que el Gobierno Federal con esa acción no discrimina exclusivamente a las parejas del mismo sexo, discrimina a todo el mundo: todos aquellos que no vivan en una familia biparental heterosexual, según el procurador y el presidente de la República, no son sujetos de la protección de la ley.

Estás familiarizado con los casos de España o Gran Bretaña. ¿Cuál sería tu modelo de sociedad ideal, que exista ya?
Esa es una pregunta difícil de contestar, porque no puedes hacer una extrapolación de ninguna legislación de otro país. La diversidad y la historia mexicanas son tan particulares… Sí me imagino un modelo de ciudad, un modelo de sociedad y un modelo de país, pero no lo podría vincular con alguno que ya conozca, independientemente de que haya muchas sociedades que yo admire, que me parezcan proclives al desarrollo y a la felicidad de su población. Ahora, si bien es cierto que en España la aceptación era mayor –que no mucho mayor en términos estadísticos, comparando 2005 de España con 2009 de México–, también la resistencia fue brutal. Yo me acuerdo de una marcha con obispos al frente con quinientas mil personas en la calle, en contra de las reformas. Avanzar en las libertades siempre tiene enemigos irreductibles.

Algo revolucionario en esta ley es que las parejas pueden adoptar niños. Es el punto donde los críticos a la ley son más duros. ¿Cómo lo defiendes?
Primero, yo no lo tengo que defender. Más bien tendrían que defender su posición los que se oponen, que no han sido capaces de producir un solo argumento válido, solamente descalificaciones y opiniones. Segundo, la estrategia que ha tomado la derecha con respecto al tema del matrimonio entre personas del mismo sexo ha sido la de la desinformación permanente y la mentira. Nunca en la historia de México la adopción ha estado prohibida por razones de orientación sexual. Nunca. En esta reforma no tocamos un solo artículo referente a la adopción. Ni uno. Aquí se hicieron reformas para el matrimonio exclusivamente. Por qué, si están tan preocupados por el tema, no impugnaron esto hace cincuenta años, o hace treinta, o hace veinte, ¡si siempre se ha podido adoptar! Por qué resulta que de pronto es lo que les preocupa. Porque están conscientes de que, como decía Einstein a mediados del siglo pasado, es más fácil romper un átomo que un prejuicio, y como se han dado cuenta de que en el Distrito Federal con toda claridad hay una mayoría de personas que está a favor del tema de matrimonio, se han ido al tema de la adopción, para golpear donde la gente tiene menos información. Han engañado abiertamente a la sociedad diciéndole que legislamos para adoptar, pero lo peor y más grave: que la adopción está mal, o que les genera algún tipo de problema a los niños. No dicen cuáles son esos problemas, cuál es el sustento que tienen, de dónde lo sacan, por qué lo dicen. Prácticamente todas las academias serias del mundo que se han metido a estudiar esto –y tenemos los estudios en www.sociedadunida.org–, han demostrado con estudios empíricos que la orientación sexual de los padres no tiene ninguna relación con el desarrollo de los menores. Pero no se dan cuenta de que al hacer lo que hacen están atacando a niños, a los cuales les están diciendo “tú no tienes derecho a que se reconozca tu familia”. Porque las familias homoparentales con niños existen; no estaban esperando a que viniera un legislador o un grupo legislador a darles permiso. Lo único que estamos haciendo es darles el reconocimiento.

¿Cuál ha sido el argumento más cavernícola que te has encontrado en los debates del pleno?
Bueno, rayan hasta en lo divertido. En particular, el de un jerarca religioso de León, que dijo que el terremoto de Chile había sido por culpa de las reformas del matrimonio. De ahí, para abajo. El que más me ha preocupado es el que ha venido por parte del PAN, diciendo que iban a proteger a nuestros niños de deseos perversos y antinaturales que atentan contra sus derechos. Hacer una campaña como esta por parte de un partido político, financiado con recursos que provienen de nuestros impuestos, me parece una falta absoluta de ética política. Acción Nacional ha dejado mucho que desear como partido político y como institución.
Antes te preguntaba por esos dos Méxicos que se ven, el DF y el resto del país.

También creo que dentro de esa izquierda a la que te asociaste dentro del DF hay muchas diferencias. Me acuerdo, por ejemplo, en los plantones de 2006 organizados por López Obrador, cómo había carteles claramente homófobos referidos a miembros del PAN. ¿Qué opinas?
El PRD es un partido de masas, en fin, tiene un electorado muy amplio si se compara con los partidos emergentes. Pero me parece que cada vez hay un mayor esfuerzo en el PRD por desarrollar de manera efectiva su plataforma programática, en donde estos temas sí están. Una de las cosas que yo señalé públicamente en varias ocasiones es que para el PRD fue fácil adoptar estas reformas en el DF porque es congruente con su programa. Desde luego siempre hay cuadros y siempre hay representantes populares que pueden ir en contra de estos lineamientos. Y no sólo en el PRD; en el propio Partido Convergencia, que se postula socialdemócrata, por ejemplo, acaba de salir un diputado de apellido Tonalzin en Tlaxcala con una iniciativa para penalizar el aborto. De nuevo, me parece que el tema tiene que ver también con el DF/resto del país. Lo que quiero decir con todo esto es que la izquierda en su conjunto, si bien no está perfectamente alineada con las reformas liberales, poco a poco va acercándose cada vez más a la defensa de las libertades, al menos muchísimo más que el PRI o que el PAN. Es un proceso en el que quienes podamos tenemos que abonar, pero también es del espacio ciudadano, en el que yo creo mucho. El segmento más liberal de la población, que más cree en las libertades y en los derechos humanos, está en el espacio ciudadano.

Y sin embargo, un partido como el Socialdemócrata, que presentaba todas esas propuestas modernas, perdió el registro a nivel nacional.
Es también muy difícil hacer una valoración precisa de esto. Por una parte, hubo un impacto importante por parte del movimiento anulista, y habría que revisar también cuáles son las estrategias y los planteamientos que hicieron estado por estado y a nivel nacional, porque en el DF sacamos incluso más votos que Convergencia. Pero es materia de otro debate. A mí no me parece que la sociedad no esté preparada para una propuesta socialdemócrata; me parece más bien que no la supimos comunicar.


(Publicado originalmente en el blog "Otras voces", de la revista Letras Libres, el 7 de abril de 2010.)

martes, 23 de marzo de 2010

Javier Sánchez, arquitecto

"La desconexión con la ciudad es lo que más margina a la sociedad"

Se nota que a Javier Sánchez (ciudad de México, 1969) le interesa la ciudad y la gente. No en vano los diseños más emblemáticos de su estudio, JSª, se concentran en la colonia Condesa, en cierto sentido el centro geográfico de la vida capitalina. El hotel Condesa D.F. o el espectacular complejo en Ámsterdam 235 son ejemplos de cómo recuperar viejos edificios art déco con un estilo limpio y original. El León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2006 y el Premio Arquitectura Joven hace dos años concedido por el Colegio de Arquitectos de la ciudad de México son sólo dos de los numerosos galardones que tiene en su haber apenas cumplidos los cuarenta.

¿Cómo se mantienen los pies en el suelo con tantos premios y siendo tan joven?
Yo creo que nunca hay que creérsela. Si no mantenemos un rigor por el trabajo, lo que hacemos hoy, mañana desaparece. Todos esos premios pueden servir para algo, pero también se pueden ir muy rápido.

Define tu propuesta arquitectónica en una frase.
Creo que es una propuesta que trata de articular la arquitectura con el lugar en el que se inserta. Una arquitectura sobre todo de conexiones: el objeto arquitectónico más allá de sus fronteras.

¿Cuáles serían los requisitos de esa vivienda urbana a la que tú has dicho muchas veces que te dedicas?
Tiene que tener una fuerte relación con la ciudad y con la comunidad. Tienen que existir espacios de encuentro de la gente, y no sólo pensarla como vivienda aislada.

Eso no es muy fácil en una ciudad que durante muchos años se ha dedicado a desconectar urbanísticamente a la gente.
Es ir un poco contra la marea, porque cada vez que propones una conexión, aparece el tema de la seguridad y el tema de la rentabilidad de los proyectos, temas que siempre juegan en contra de tus objetivos. El chiste es encontrar la forma de negociación. No podemos dejar de lado el motor de la vivienda, que tiene que ver con lo inmobiliario, pero también tenemos que generar vivienda que no sólo sea habitación, sino que sea lugar de encuentro, que posibilite la vida.

¿Qué es lo más difícil de ser arquitecto en una ciudad como esta?
Es una ciudad donde se pierde mucho tiempo. Mucho tiempo en desplazarse y mucho tiempo yendo en contra de la burocracia.

¿Cómo se sortean los laberintos burocráticos y las redes de corrupción que existen en el mundo de la construcción?
Pues construyes una reputación de estar al margen. Eso funciona bastante bien: la gente sabe a quién sí y a quién no.

¿Qué crees tú que es lo que más daño ha hecho a la capital arquitectónicamente a lo largo de la historia?
No conectar toda esa inercia que tiene esta gran ciudad hacia una visión colectiva. Yo creo que es una ciudad que dejó de pensar como tal y ahora se piensa más en desarrollos inmobiliarios independientes.

¿Qué lugar común sobre la capital desmontarías?
Que no es una metrópoli gigantesca que sea difícil de comprender, sino más bien una agregación de barrios.

En algunas obras tuyas añades estructuras súper modernas a edificios antiguos. ¿Cómo se logra eso sin romper la armonía?
De lo que se trata es de encontrar el potencial de una estructura existente, sea histórica o no, y darle realce a lo que ya tiene, respetuosamente. Tiene que ver con una labor menos protagónica de la arquitectura contemporánea.

¿En qué arquitectos internacionales te miras?
Me interesa mucho un arquitecto como Peter Zumthor, que ahora ha sido merecedor del premio Pritzker, por pensar en escala humana, en la relación entre la arquitectura y el hombre.

¿Y de la escuela mexicana?
Mi primer maestro es mi padre, Félix Sánchez, y luego tengo maestros adoptivos o postizos. Siempre he admirado a Mario Pani, particularmente.

Un nombre sobrevalorado en la arquitectura mundial.
Mmm… Estoy tratando de ver cuál es el peor de todos… César Pelli, por ejemplo.

¿Cabe en el mundo una arquitectura verde que no sea cara? ¿Están los pobres condenados a una arquitectura que contamine o fea?
No, yo creo que tiene más que ver con volver a pensar con lógica, como aprovechar la energía del sol o del viento. Parecería que es cuestión de tecnología, pero sobre todo es una cuestión técnica.

¿Y qué se podría hacer con esos cinturones de fealdad arquitectónica que rodean la ciudad?
La desconexión con la ciudad es lo que más margina a la sociedad. La propuesta que podría hacer es reconectar a estos barrios con el resto de la ciudad, para que se sientan parte de ella, y no una zona marginal y periférica. Y me refiero no solamente a la miseria autoconstruida, sino a los proyectos miserables que hacen los desarrolladores.

Por ejemplo los desarrollos horribles de la vivienda pública, en esos páramos donde no llegan los servicios…
En realidad no es tanto la vivienda pública, porque el Estado ha asumido un rol de financiador más que de gestor de la vivienda. La gestión de la vivienda la hacen los desarrolladores: falta una preocupación de Estado que la pueda encauzar.


(Publicado originalmente en el blog "Otras voces" de la revista Letras Libres, el 23 de marzo de 2010.)