miércoles, 30 de julio de 2008

la disparidad en datos

Se acaba de dar a conocer el último informe de la ONU sobre desarrollo en México por municipios. Lo que se mide, el índice de desarrollo humano (IDH), se basa en la esperanza de vida al nacer, la tasa de escolaridad y los ingresos. Los resultados pasman. A la cabeza está la delegación Benito Juárez, en el Distrito Federal, con un IDH superior (0,95) al de los países de la OCDE, entre los que se encuentran España, Francia y Alemania, y cercano al de Estados Unidos. El municipio con menor IDH (0,43) es Cochoapa El Grande, en el Estado de Guerrero, con niveles similares a los del África negra, más concretamente Zambia. Dentro del mismo Distrito Federal, puede haber barrios que se acerquen a esas cifras paupérrimas. El promedio nacional, cuya población representativa es Coatepec, en el Estado de Veracruz, se sitúa a la altura de Bulgaria.

Répétez si'l vous plaît: Estados Unidos, Bulgaria y Zambia, Estados Unidos, Bulgaria y Zambia, Estados Unidos, Bulgaria y Zambia.

sábado, 26 de julio de 2008

vuelta

Regresarás a casa y, si alguien te pregunta,
nada responderás: sólo tus ojos
reflejarán la tempestad.


Alí Chumacero

sábado, 12 de julio de 2008

en casa

¿Hace cuánto no sentía en los hombros volver sola al amanecer? Años. Siglos. Clarea por oriente y yo no siento tristeza aunque llore. Si lloro es por la vida, la perdida y la que no. La noche empezó por Marta y la certeza de los lazos silenciosos al cabo de los años. Siguió con Patricia y Julio, que salía de las visitas turísticas que yo presentaba hace dos años. Tan sorprendente y tan natural, Gael durmiendo entre los dos en un cochecito. Pero hasta los inglesitos tuvieron frío en la terraza de Chechu -extrañísimo verano mesetario-, y cuando apareció Carolina poniendo sabio orden gaditano, todos nos metimos en el local. Apareció aquel por el que lloraba hace... uf, como trece años. Calvo, listo, ¿interesado? "Vivo en México por amor". Se da la vuelta, quiere creer mi vanidad. No tengo pena. Tras los güisquis y una breve lección apasionada -chin, ¿frustrada?- de conquista española en México, sólo quedamos Marta, Álvaro, Carolina y yo. Al sitio donde vamos se aparece el pasado en cada columna. "Estás igual que siempre", dicen. Yo creo que es un insulto: lo bueno siempre es estar mejor que a los quince años. Pero nos damos cuenta de que es un piropo: no estás gorda, tonta, amargada. Estamos de muy buen ver. Y tampoco nos importa: bailamos felices. Álvaro habla de una canción de Shakira por donde se cuela la muerte, se cuela la vida, se cuela el amor. "Ah, amigo, lo que te duele no es que deje de soplar la brisa en tu cara sino en la suya". Eso es lo que quiebra el orgullo, lo que rinde al alma. Y al final, Álvaro, Carolina y yo en El Cielo, ¿dónde si no?, restamos para expresarnos amores y penas, lágrimas y risas. ¿Borrachos? No, no, no. Amargamente lúcidos. Alegremente sanos. "Como siga diciendo mi marío lo que le gustas me voy a poner celosa". "Eso porque no sabes lo que le gustas al mío tú". Y la mano de la reina dando fuerza de viento de poniente. Y el aire de la mañana entrando por el sitio opuesto. Y yo sin pena aunque llore. Supongo que estoy en casa.