Llevaban justo un decenio matando cuando yo nací. En mi primerísima infancia, aunque eso lo supe veinte años después, el periódico apenas les daba espacio. Luego, a la edad en la que todo impresiona, se hicieron oír mucho, mucho más alto. Y ya en mi vida adulta, intentaron engañarnos varias veces.
Hoy, a la hora a la que han tenido a bien contarnos lo que esperábamos desde hace semanas, yo estaba charlando en el bar –ahí me enteré–, y enseguida pensé en mis hijos, algo que solo entenderán los padres.
Pero en este momento, con la noche sobria del octubre altiplano acariciando los geranios, mejor dejo la palabra a los que de verdad saben del tema.
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