Pero yo hablaba de mi pensamiento adulto. Por supuesto en algún lugar de la adolescencia estuvo Camus, y eso ya cuenta como un doble seis en cualquier partida de la vida, pero confieso que aún tardé un rato en bajar el póster del Che Guevara de la pared del cuarto (en mi descargo diré que siempre compartió espacio con Paul Newman y Lo que el viento se llevó y que peor es lo de Cayuela, al que todavía se le oye tararear "yo pisaré las calles nuevamente"). Habrá gente a la que la tontería se le quitara de golpe, como a Saulo de Tarso el descreimiento, e incluso gente que naciera sin tontería, pero yo no sabría ubicar ningún punto en concreto de mi camino a Damasco. En líneas generales, empezaría en Sorela, seguiría en los mexicanos lúcidos y acabaría en Espada, de tal suerte que al llegar a los pensadores temerarios, ya tenía yo los deberes muy hechos. El hilo, ya lo notan, es el de marras.
Grandes momentos de placer, en todos los sentidos, me ha dado Letras Libres estos diez años, pero si me dieran a elegir tres, indelebles por razones muy distintas entre sí, serían este, este y este.
Y todo esto, solo para decir que me molesta (mucho) no estar en Madrid estos días, que es donde había que estar. ¡Siendo octubre como es!
En fin, al menos sí estuve en el décimo aniversario de la edición mexicana. Ese día de enero, la fiesta acabó en casa y casi se nos va de las manos. A la gente le dio por invitar a amigos de los amigos de sus amigos, echamos a un señor respetable que empezó pidiendo drogas y acabó acosando a todas las mujeres, alguien estrelló la tele contra el suelo y el equipo de música dijo basta ya. Pero esa sí que es otra historia.
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