martes, 4 de octubre de 2011

diez años (I)



En realidad equivoqué esa respuesta en el Pandemonium sobre el libro que me cambió la vida. Porque la verdadera lectura que la cambió en toda su dimensión, que moldeó mi pensamiento adulto y me llevó adonde estoy hoy, física, emocional e intelectualmente, fue sin duda Letras Libres.

Pedro Sorela, que había dejado de ser mi profesor en la facultad para convertirse en un gran amigo, me dijo un día de otoño: "Hay una nueva revista que te va a interesar. La hacen unos mexicanos entre tu edad y la mía con un grado de sofisticación que no conocemos aquí. Porque los mexicanos todavía están en la modernidad, no en la posmodernidad como nosotros... Uno de ellos es bisnieto de Lluís Companys, ¡bisnieto de Lluís Companys!" (Con eso quería decir algo así como "España que perdimos no nos pierdas", pero yo era muy joven todavía para entenderlo). Así que ahí voy a comprarla, porque yo siempre hice caso a los maestros. Un cubo de Rubik sangrante en la portada: fanatismos de la identidad. (Mientras cerraban ese primer número, planeado como es lógico desde hacía tiempo, se caían las Torres Gemelas: el pulso a la realidad, medido como un reloj).

Cautivada desde el principio, le hablaba a todo el mundo de la revista, pero me miraban regular. "Pero si ni siquiera colaboras en ella. ¿Te dan comisión por venderla?" Lo mío era muy raro, sí: iba al único kiosko donde la vendían en Aranjuez y la llevaba bajo el brazo con una especie de orgullo. Y no, no era nada mío, pero me parecía un objeto precioso: ese diseño, esos ensayos largos que se demoraban en los matices, esos nombres que hasta entonces no me decían nada y que de repente se volvían imprescindibles (Gabriel Zaid, Roger Bartra, Enrique Krauze, Juan Villoro...)

Pasó el invierno. Llamó Pedro en marzo: que Ricardo Cayuela necesitaba a alguien que le hiciera entrevistas, reportajes, talacha periodística, en fin, que las firmas no hacían. "Me ha pedido que le recomiende a mis mejores alumnos y pienso que tú eres la mejor. No te digo que no me defraudes porque sé que no me defraudarás" (Pedro, en aquellos tiempos inciertos de la primera juventud, tenía el poder mágico de levantarte la moral hasta el ático de un rascacielos; otra cosa era la realidad).

Cayuela tardó como un mes en reportarse, mientras yo estaba en mi lugar favorito del planeta con un novio que ya no existe. Me emplazaba a una entrevista la siguiente semana. Los saltos que di cuando colgué, y eso que no era nada seguro... Madre mía, qué tonta era yo entonces.

2 comentarios:

javipin dijo...

Y tú, ¿por qué no escribes un libro ya...?

Se me escapó una sonrisa leyendo y disfrutando el recuerdo de algunos años atrás...

Mil besos Yai...

Santitos dijo...

Tú es que va a ser que me quieres mucho...