domingo, 16 de octubre de 2011

conquistas



Esta pintura mural, magníficamente conservada gracias al origen mineral de los colores, es una de las que se pueden ver en Cacaxtla. Según los expertos, representa a guerreros de la cultura olmeca-xicallanca, habitantes del lugar, venciendo a guerreros mayas, reconocibles por su cráneo deformado estilo caracono. Lo que se observa en la parte inferior derecha son tripas y sangre. Presumiblemente, los vencidos están a punto de ser sacrificados.

Unos kilómetros al oriente está Tlaxcala, ciudad maldita según las clases de historia posrevolucionarias por ser la que surtió con más soldados el ejército conquistador de la Gran Tenochtitlan. Los tlaxcaltecas nunca habían sido dominados por los aztecas, algo que supo aprovechar bien el zorro (con perdón) diplomático de Hernán Cortés.

En días así, mis obsesiones se conectan –cosas que rozan el mal–, miento a los muertos de la historiomitología mexicana y pienso que sí, que los castellanos que llegaron a la Nueva España mataron indiscriminadamente como se mata en las guerras (y exponencialmente por enfermedades que importaron sin ser conscientes de semejante arma bacteriológica), que usaban poco el agua, que eran tan salvajes que nunca aprendieron a pronunciar Cuauhnáhuac. Pero carajo, qué habría sido de México sin nuestra ancestral sentimentalidad...

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