Hubo un tiempo en que me gustaba ir a Veracruz porque su Atlántico me recordaba al mío, mucho menos caliente.
Parezco una abuela, pero solo llevo cinco años aquí. Cada noticia así es un tachón en el mapa de lo que se podía hacer tranquilamente en México cuando llegué y que hoy pensaríamos dos veces. La glorieta de la foto es paso obligado si se quiere ir del puerto a Boca del Río a comer. Y por supuesto siempre se quiere.
La vida tiene estas cosas: la primera vez que fui a Veracruz, nos despertamos con la noticia de que ETA había roto una tregua; esperamos El País durante horas, y leyéndolo nos veíamos muy raros: el terror era algo tan ajeno a los clientes de La Parroquia...
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