Si los pobres hebreos no hubieran vivido en Palestina, donde el clima cuando más benigno sólo da frutas mediterráneas, y su Edén no estuviera entre el Tigris y el Éufrates, sino en el trópico, la tradición oral no habría adjudicado a la manzana el deshonor de ser la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Porque el fruto prohibido sería indiscutiblemente el mango.
Claro que entonces, la huida habría sido a través del desierto de Sonora perseguidos por una border patrol, Moisés se llamaría Andrés Manuel y Dios habría otorgado los Diez Mandamientos en el pico del Ajusco...
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