jueves, 24 de mayo de 2007

Chavela

A Ricardo

Lloraré cada vez que la escuche, no importa si estoy contenta.

Porque el salitre de esa voz azul agave saca de las tripas, del hígado, del corazón, todo el lado oscuro: cada uno de los tropiezos, los despojos que quedaron, en su casa y en la mía, el tiempo que se perdió y el que se pierde ahora, la culpa y el orgullo de ser feliz ocupando lo feliz de otro, la angustia de acabársenos esto.

La angustia de acabársenos esto.

Y después, puesta en la mesa la casquería de la vida, expulsada del cuerpo a golpe de lágrima y cruces de olvido, el rasgueo de la guitarra, una chinita quizá, y la risa.

Una risa de otro tiempo. De siempre.
Una risa que le devuelve la grandeza a la mísera vida.

La vida.

¿Será la Vargas, animal sobrenatural del altiplano, la mismísima Vida hecha pelo de plata y carne morena?

No hay comentarios: