Confieso que no me comedí. Cada canción, como un olor, tenía su lugar y su momento en el tiempo, y así, dejándome llevar por la línea de mi vida, lloré, reí, grité, canté. Me emocionaron los pájaros, Sabina y Serrat, el truhán y el señor, que llegaron a México con sus mejores canciones. Con buena cara y mucha guasa. Dos horas y tres cuartos de concierto, cinco días seguidos en los que llenaron por completo el Auditorio Nacional*.
No tenemos remedio: somos unos sentimentales...
* Aforo: 10.000 personas.
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