domingo, 4 de noviembre de 2007

las primas libanesas

La población en México de origen libanés ronda el medio millón. Son católicos en su inmensa mayoría, y fueron llegando a finales del siglo XIX, huyendo de la persecución de cristianos maronitas desatada en Líbano y Siria por parte del Imperio Otomano, cuyo hito es la matanza de julio de 1860. Si llegaron al puerto de Veracruz, por cierto, es porque los rechazaban en otros países dizque más civilizados.

El hombre más rico del mundo, Carlos Slim, forma parte de esta comunidad por padre y madre. Y el amigo más querido de mi casa, Carlos Azar, también. Como hoy era San Carlos, su mamá, Toni Manzur, nos invitó ayer a un pozole en compañía de sus primas hermanas, con las que se junta todos los sábados. Hermosas mujeres árabes perfectamente maquilladas. Graciosas y cálidas, de vuelta de la vida y de los hombres -viudas y divorciadas o casadas pacientes-, creyentes de San Charbel, voluntarias sociales. Una intuye que esa reunión ha sido siempre el espacio de su verdadera libertad, donde conspirar contra el marido insoportable, suspirar por tener sexo a los setenta, comer pasteles hechos en casa, leer los posos del café, recordar la anécdota de alguna tía (como aquella traída a los doce años del Líbano para casarse cuya vecina, cordobesa, le aconsejó que tenía que ponerse bonita para su marido, dos decenios mayor, que cuando la encontró en la puerta arreglada, la metió en casa a golpes), meterse con cariño unas con otras, buscarle novia al sobrino o examinar a las que lleva a casa.

Nosotros en la misma mesa, pero como espiando desde una mirilla.

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