miércoles, 20 de enero de 2021

Tijuana entre bambalinas

Un pajarito en el muro de Clinton en enero de 2017
 

Hace cuatro años estábamos en Tijuana. María iba a cubrir la toma de posesión de Trump a pie de frontera y yo se supone que también. Pero las ventajas que da ser libre como el viento pobre como una rata me permitieron convertir el viaje en algo más.

Es curioso, pero en la crónica que escribí no aparece Trump en ningún momento. No recuerdo que fuera algo consciente. Simplemente fui trenzando la historia y flus, se quedó fuera, como el extraño y ruidoso sueño que parecen haber sido sus cuatro años de gobierno. (Dedicaré en otro momento algunas notas a la construcción del relato periodístico, porque lo fundamental es que, por muy interesante que sea lo que entra por ojos y oídos, no se puede contar todo.)

Sin embargo, todo el mundo hablaba de Trump esos días. Por ejemplo, los veteranos de guerra deportados, en cuyo local vimos la ceremonia de investidura. Héctor Barajas, soldado en la guerra de Kosovo, de quien tampoco escribí, tenía la esperanza de que le concedieran el perdón y pudiera ser readmitido en Estados Unidos después de catorce años. Se le cumplió: un año, le concedieron la nacionalidad estadounidense, y hoy sigue trabajando en los pasillos políticos en favor de sus antiguos compañeros.

También consiguió la ciudadanía Emma Sánchez, que durante diez años cumplió la condena de ser mamá solo el fin de semana.

En algún punto sí me dio pena no incluir al genial Jorge Bustamante, quien para hacer su tesis sobre mojados en Estados Unidos, de joven, cruzó el río Bravo él mismo, pero por suerte tenía entonces el espacio en la AMC para publicar la entrevista con él. Lo mismo hice con todo lo que me contó José Manuel Valenzuela.

No está en ninguna parte, y es una pena, la conversación con el entonces director del Centro Cultural Tijuana y la comida con doce prominentes empresarios de la ciudad. Por supuesto no iban a revelarnos ninguna exclusiva, pero si una quiere retratar cabalmente, no puede solo fijarse en los pobres porque a veces los ricos dicen más, con su mera presencia.

Hablando de pobres, recuerdo que uno de los haitianos con los que contacté en aquella ocasión me estuvo dando la tabarra durante un buen rato después. Creo que buscaba matrimoniar y no se enteraba de que, entre otras cosas, yo ya estaba casada.

Y ahora me avergüenzo del miedo que pasé rumbo a la entrevista con aquel "coyote en paro" (sí, claro que sí), bajo una manta de agua por caminos sin asfaltar. "La lluvia es trabajo para nosotros", decía, porque patrullan menos agentes de la guardia fronteriza.

Gran parte de aquel trabajo pudo ser gracias a la generosidad de Jorge Nieto, que hoy vive feliz en Australia y con quien me conectó Ivonne (¡fue Tijuana sin Ivonne!, eso sí que tiene guasa). Esa última noche sí fue memorable, pero repasarla sería volver a caer en el lugar común.

Dentro música.

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