jueves, 14 de enero de 2021

pero como ya nadie lee

Dos cosas me estremecieron del documental sobre Francisco Umbral, Anatomía de un dandy: ver en movimiento a David Gistau, cuya muerte sentí cercana aunque nunca lo conocí en persona, y oír al pequeño Pincho, el hijo perdido de Mortal y rosa, jugando con su padre.

Para quien no conozca la figura de Umbral, la película es una buena manera de acercarse, es un resumen sustancial de su vida y obra. Sin embargo, quizá defraude a quien sí lo haya seguido, aunque fuera a ratos, como yo.

Todo lo que se cuenta ahí es sabido: la dolorosa muerte del hijo, la vida disoluta y hasta su verdadero nombre, que conocimos gracias a Manuel Jabois en esta crónica imprescindible.

El director, Charlie Arnaiz, accedió, sí, a cintas inéditas, pero que no aportan gran cosa a lo ya conocido. "Soy un cabrón, te lo advierto", dice al interlocutor. Como si en la memoria de cada español no estuviera, desgraciadamente, aquella escena vergonzosa que preludiaba la inminente telebasura ("Yo he venido aquí a hablar de mi libro"), en la que Umbral llevaba toda la razón.

Entrevista, claro, a María España, pero pierde la oportunidad de profundizar en la relación que mantenía el matrimonio, quizá intimidante, quizá mucho más inteligente de lo que cualquiera se atrevió a preguntar.

Entrevista, también, a su círculo de amigos y discípulos de casi todas las edades, algunos que lo acompañaron en las noches de Madrid. Pero ninguno, por ejemplo, dice siquiera (¿por qué debería ser vergonzoso en alguien libérrimo?) qué tipo de drogas tomaba.

Nada supera, dicho lo cual, la entrevista que le hizo una vez Lola Flores, incluida brevemente en el documental. "Yo psicológicamente me parece que lo entiendo muy bien", le decía La Faraona.

Nada supera, por supuesto, su propia obra. Pero como ya nadie lee, es normal que hagan películas cortas.


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