Taxco, minero y montés, encaramado en un cerro henchido de plata que corona la iglesia-vedette* de Santa Prisca, podría ser. Podría ser y fue. Como Xochimilco y el centro histórico, como la isla de Janitzio y los hoteles del puerto de Veracruz, como el espacio público y el transporte racional. Como México, en fin.
Los restaurantes cerrados un sábado noche, la gasolina peregrinando callecita arriba en primera marcha, la alberca caliente de niños sucios... Cayuela se quiebra: "Es que somos ricos y no nos hemos dado cuenta".
Suerte de Hernán y Carlos, y el desquiciado párroco de Santa Prisca ("Como dijo el hermano Emiliano Zapata, la tierra es de quien la trabaja, ¿y quién trabaja más que Dios? A ver, que levante la mano". Y la levantó el mongolito del pueblo...)
* Gran Azar Manzur dixit.
Flashback 5
Por fin conoció Riotinto y las circunstancias de mi infancia (y atisbó la feliz pereza que da el nivel del mar los tres meses de verano). El plan minero se fraguó a pie de playa, en El Paraíso, delante de unos langostinos de cantar saetas, donde corroboramos que es más difícil resistirse a Arcadi de cerca y biencomiendo. No podría ser yo quien mejorara con mis teclas la noche del Santa Bárbara -zorro incluido- y aún menos el paisaje lunar de la tierra de mis mayores. Escarbando en sus raíces, Arcadi está ayudando, además, a conocer las de todos.
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