Es difícil hacerse a la idea de que esto es agosto. No sólo por las lluvias -y no tanto, ahora que resulta les gusta veranear en el norte de la Península-, sino por la inintermitente actividad de la ciudad, los teléfonos sonando desde las diez de la mañana, los bares ahítos de tertulias. Una broma, que El País llegue aquí con su "Revista de verano", llena de no-noticias, casi-ni-hechas para leer en la playa a la sombra del olor a sardina asada.
El agua cae, fina pero persistente, desde anoche; dicen que cuando los huracanes pasan por la costa en el altiplano llueve durante tres días seguidos. Pinche Dean, güey.
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