domingo, 17 de abril de 2011

AE en la región 4 (y VI)



A nuestra derecha, sobre la baranda, su Aurora Perea. Pero aclaro que La Embajada Jarocha no es un antojo para mí, algo pasajero y arbitrario sujeto a esta "condición grávida" (así decía), sino una necesidad física y emocional solo comparable al sexo. Los amigos solo para bailar, de hecho, requieren la misma condición que los amigos solo para follar: la maestría. Para algo inferior, ya está el amor. Sí, bailó bolero y son. Tampoco sabrá nunca escribir una novela y lo queremos igual (¡incluso por eso!) Ya digo: el amor.

Al día siguiente cayó una granizada nunca vista en decenios, ni en invierno ni en verano, ni en septiembre ni en abril (especialmente en abril), y creo que pensó en el fin del mundo mientras veía el Zócalo alfombrarse de blanco. Teniendo en cuenta que en la misma semana le tocó el día más seco y el más contaminado, no hay temor en asegurar que es capaz de revolver hasta las fuerzas más elementales (a esto lo llamaría ficción).

Se fue contento: nos despedimos en el Pujol (oh, el destino). Todo lo que dirá sobre él es cierto.

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