Triste conciencia: si pasa algo allí, once mil kilómetros, doce horas y demasiados euros que me impedirían llegar a tiempo...
Carol está mejor, y fuera de peligro. Pero mejor estuviera en el hospital inglés de Observatorio que en el Doce de Octubre, y poder jartarla de dolor, el abdomen cruzado por la risa.
Esa risa que ella regala como nadie.
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