Difícil.
Los Sirs siempre están impecables, independientemente del bodrio al que se presten. Partamos de unos mínimos: sólo han de contar los que sean capaces de transmitir TODO igual histriónicamente como por el movimiento mínimo de un músculo facial. Los que ocupen la pantalla a mirada llena. Con su sola presencia, vaya.
Descartemos a los convertidos en caricaturas de sí mismos: Al Pacino, Robert De Niro, Jack Nicholson. Nos dieron grandes momentos, ya van aburriendo.
Efectivamente, Anthony Hopkins puede ser un nombre: ¿hay algo que no pueda hacer? (¡Ay, The Remains of the Day!). Pero su nombre no es nadie hasta los noventa, mientras que el duque, el príncipe, el rey Michael Caine, es indiscutible desde Alfie, y hablamos de 1966.
Claro que si lo pienso, no hay nadie que me emocione más que Bill Murray, desde Ghostbusters hasta Lost in Translation, pasando por Craddle Will Rock, Groundhog Day... y hasta El pelotón chiflado.
Por lo demás, habría que exportar mundialmente al argentino Miguel Ángel Solá.
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