También es mala suerte que en mi primer percance automovilístico en esta ciudad haya estado presente mi madre, que vive habitualmente y salvo los quince días que le quedan de vacaciones, en Aranjuez.
Patriotismo, ocho de la noche y cortina (nada de metáforas) de agua. Luces de emergencia ante el semáforo rojo. Al de atrás que lo veo venir, sin muchas intenciones de prestar atención a las luces de emergencia... y tuc, golpe. El tipo se queda como los conejitos cuando los alumbran en la noche en el carril de enmedio, y cuando voy hacia la derecha pensando que él va a parar igual, me adelanta por ese mismito lado, y cuando intento cerrarle el paso, me vuelve adelantar y se lo lleva el diablo (y si no, que se lo lleve, vamos).
¿Te has hecho daño, mamá? Y mamá llorando: que no, que le daba pena que me hubieran destrozado el coche y no se hubieran parado siquiera. Me orillo. ¡No, no salgas bajo la lluvia! Afortunadamente, no le pasó nada al coche tampoco. Y más llanto:
¡¡¡¿Pero cómo te puede gustar vivir en esta ciudad sin ley?!!!
1 comentario:
Cada día me asomo a esta pequeña ventana de alebrijes en busca de un paisaje, una anécdota, una noticia, un “chisme” de lo que acontece del otro lado del océano. Septiembre ha sido escaso y entiendo que literal y metafóricamente lluvioso. Qué descanso tener al amigo común fuera del hospital; qué percance automovilístico.
Cinco minutos después de cerrar la ventana que da a la “ciudad sin ley” tocan el timbre. Un amable cartero me trae un sobre certificado de parte del “Área de Gobierno de Seguridad y Movilidad”. En letras grandes la carta me anuncia que es una “Notificación de denuncia y de incoación de expediente sancionador” (¿?) Sigo leyendo para entender que acabo de recibir mi primera multa en esta ciudad por “no respetar las señales en una vía de circulación restringida” ¿Cuándo? El 5 de julio de 2007. ¿En dónde? En la plaza de Santa Ana. ¿A qué hora? A las 20:03. Para que no quede duda me dicen que tienen “conocimiento del hecho en cuestión y de la identidad (sic) del vehículo por imagen”.
“Vale”, pienso con sorpresiva alegría, ¿en dónde pago?
Poco después caí en la cuenta que unos minutos después de haber cometido tan inconsciente infracción, nos reunimos con ustedes en casa de Ramón para de ahí partir hacia el Buenavistilla a escuchar a los gallos-poetas. Valió la pena.
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