A Tania
El pobre lo llevó bien ("me alegro de que vivamos en México bla bla") hasta esa misma tarde del 5 de julio. Conforme nos adentrábamos en las cóncavas calles de La Latina, le iba entrando una melancolía de vino y tostas, o sea de Madrid destilado. No ayudó el calor de los amigos más tarde: Ramón, Magda, Carlos, Diego, Carlota... y nuestros enroques, Julio y Tania. Ni la poesía de los gallos. Ni el champán del final. Sí quizá el ya legendario comentario de la noche: by the way y etcétera (huy, sí, mejor cuanto más lejos de esta cosa).
Ojalá escribieras más, amiga. Nuestros respectivos días están llenos de demasiadas similitudes y contrastes como para no aprovecharlos: ¡maldijiste tanto al Ayuntamiento de Madrid por su exceso de celo como yo a la patrulla que venía detrás y no hizo nada por perseguir al desgraciado que me dio un golpe!
Nos vemos las letras por aquí. Y las caras en diciembre.
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