martes, 13 de octubre de 2009

Pablo Zulaika, publicista

“Pasé de ser infractor a colaborador de la Brigada Grafitti

Pablo Zulaika es un publicista que desmonta cualquier lugar común sólo con verlo. Nacido en Vitoria en 1982, lleva dos años y medio en México –donde decidió aprender euskera y jugar al frontón “por nostalgia”. Este verano se le ocurrió la iniciativa “Acentos Perdidos”, consistente en pegar tildes faltantes en carteles callejeros y que recoge en el blog del mismo nombre. Ya lo secundan en once países de habla hispana.

Cuéntame de tus altercados con la Secretaría de Seguridad Pública, por favor.
La chica que lleva el blog en Perú se inventó el nombre de “Tildetón” para el evento de juntar gente y salir a la calle a acentuar. Aquí copiamos el nombre, y lanzamos la iniciativa para el sábado 3 de octubre. Convocados fundamentalmente por internet, nos juntamos detrás de la Catedral como veinte personas, algo que nos sorprendió. Fuimos caminando por la calle República de Brasil, y cada vez que faltaba un acento pedíamos al establecimiento permiso; todos accedían bien, primero extrañados pero luego divertidos, e incluso nos prestaban bancos para alcanzar el letrero. Llegamos a la Plaza de Santo Domingo y cuando me quise dar cuenta, una de las chicas ya estaba poniendo un acento en los carteles de señalización de las calles de la esquina de Brasil con Cuba, donde faltan los acentos a “República” y a “Cuauhtémoc”. De repente, llegan dos agentes y nos dicen que estamos infringiendo un artículo del reglamento ¡de cultura cívica! ¿Cómo iban a tener la vergüenza de multarnos cuando corregíamos algo que sus representantes no escriben bien? Pues nos multaron, y la gente alrededor se empezó a oponer. Un señor de unos cincuenta o sesenta años, que pasaba por ahí, dijo: “Señor agente, como ciudadano, ¿le puedo decir algo? No se imagina el ridículo que vamos a hacer en las noticias si ustedes los detienen. Están aportando cultura a esta ciudad y ustedes los están haciendo pasar como delincuentes”.
            Yo abogué por la chica, Brenda, diciendo que en realidad yo la había instigado. La pobre chava había venido con su maestra como parte de un trabajo de clase, imagínate. Todo el mundo empezó a hablar con sus abogados, con medios de comunicación... Se armó un pequeño desmadrito, pero todo sin levantar la voz. La gente estaba preocupada –les da mucha desconfianza que te metan en un carro de policía, quién sabe dónde vas a acabar–, pero yo tranquilicé a Brenda, porque afortunadamente esto había tenido bastante prensa y no se iban a atrever a tocarnos. En la delegación de policía de la colonia Guerrero, nos presentan al oficial de turno como infractores por estar poniendo stickers, y cuando pregunta a los agentes qué era eso, responden: “unas cosas que dicen que son como acentos”. Dice el oficial: “güey, estos son los chavos que van corrigiendo la ortografía, han salido en televisión; ahí les dejo a ustedes si quieren detenerlos o no”, y añade: “por cierto, además se han equivocado de delegación: tienen que llevarlos a Pino Suárez”. Resulta que era la “Brigada Grafitti”, recién estrenada, y no habían detenido a nadie antes de nosotros.

¿Cómo surgió la idea de “Acentos Perdidos”?
Por la típica conversación entre redactores de publicidad: alguien había visto mal escrito no sé qué firmado por alguna secretaría pública. Además, teníamos un proyecto de hacer un libro que llegamos a presentar al FONCA, sobre la sensación que produce sentarte con gente de otro país que se supone habla tu lengua pero que no es la misma. A mí se me ocurrió pegar acentos por las calles como una forma de promocionar ese libro, que finalmente nunca se escribió. Al cabo de un año, yo seguía dándole vueltas a la idea. Una campaña así era ideal para clientes tipo Gandhi, pero mi agencia no le lleva la publicidad, así que no era posible. Mi opción era ir a una librería y venderlo yo mismo. Mucha gente me aconsejó vender la idea a cualquier cliente, un bar, por ejemplo, pero no me convencía que una marca se apropiara de la ortografía. Finalmente pensé en llevarlo y dirigirlo yo, firmando como corrector, con la norma ortográfica escrita en cada sticker en forma de tilde. Al empezar a hacer el blog, la difusión fue mucho mayor que poner en la calle un acento al día. El único movimiento mediático que hice fue anunciarme en Facebook. A los cuatro días de abrir el blog, ya había dos mil quinientas visitas. Sorprendido, recibí una llamada de una reportera de Reforma que quería hacerme una entrevista; sale en Reforma y en Metro al mismo tiempo y de ahí revienta. A los tres días lo vi en un noticiero de Argentina... Y hasta hoy.

Reivindicar acentos está muy bien, pero qué hacemos con los acentos sobrantes y persistentes como en “Santa Fé” o “tí”?
Hice también unos tachones, pero son muy invasivos; el acento es práctico y muy sutil. No tachas nada: aportas, que es más bonito que increpar.

Ya teníamos claro cómo funcionaban las tildes diacríticas, y de pronto la RAE, en la última reforma ortográfica dice que “solo” o los demostrativos no llevan acento a menos que haya confusión en la frase.
Yo lucho por poner bien el “solo” que hay en muchos anuncios de nuestros clientes, pero ellos insisten en ponerle acento a cualquier “solo” que sea adverbio. Contraviene la norma, pero no le puedes estar diciendo a la gente en la calle cada día “oye, que ha salido una enmienda de la Academia…”

¿Cuáles son los errores más comunes que ves?
Los “tís” y los “Santa Fés” que dices son muy comunes. Algo curioso que vi, no sé si es algún tipo de dislexia, fue “véhiculo” en un concesionario de Peugeot. También, unas vallas del Partido Nueva Alianza, de siete por tres metros, prometiendo “seguridad y educácion”. ¿Cómo les vas a creer si te dicen “educácion”?

¿Dónde crees que esté la raíz del problema?
No sé, habría que preguntarle a algún experto. Una vez vi un cartel en el Museo de Venustiano Carranza que ponía “exposicíon”, como si hubieran dicho: “oiga, jefe, ¿esta palabra lleva acento?”, le hubieran dicho que sí y ellos lo hubieran puesto donde les parecía.

¿El caso es peor aquí que en España?
Siento que es peor, pero porque aquí no hay tanta preocupación. El mexicano en general es más permisivo.

¿Ya está enterada la SEP de tu movimiento?
Creo que sí, por cómo terminó la detención. Algo que me tenían que haber dicho los agentes que nos detuvieron era que existía un oficio que podía pedir para ampararnos. En la delegación de policía de la calle Londres, el lunes siguiente, me llevaron al jefe de la unidad, que le hizo gracia el caso, me vio y me dijo: “córtese el pelo, joven, le quedaría mejor. Pero su proyecto está muy bueno. Vamos a ver si hablamos a la SEP para que lo sepan”. Salí con una cartita que me autoriza a poner stickers en cualquier cartel del DF porque es un proyecto considerado social y educativo. Según el texto, colaboro con la “Brigada Grafitti”: se volteó la tortilla en 36 horas.


(Publicado originalmente en el blog "Otras voces" de la revista Letras Libres, el 13 de octubre de 2009.)

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