sábado, 17 de diciembre de 2011

las debilidades del titán

Por supuesto había leído y me habían contado de ese momento histórico en que Mario Vargas Llosa soltó en Televisa, durante el encuentro por la libertad organizado por la revista Vuelta al año siguiente de la caída del Muro, aquello de la dictadura perfecta. Pero nunca lo había visto.

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De pronto entendí mejor a ciertos críticos de Octavio Paz –desde luego nunca a los delirantes. Sobre todo del último Octavio Paz, el de los programas de televisión, que por otra parte yo celebro tanto (¿o no dan hoy lo que sea por un testimonio sonoro de Federico García Lorca?) Resulta difícil pensar que el hombre que renunció a la Embajada de la India tras la matanza de Tlatelolco, el autor de Posdata y El ogro filantrópico, sea ese mismo anciano –cascarrabias, tan incómodo que nos hace sentir incómodos a nosotros– que le afea las definiciones tanto a Vargas Llosa como a Enrique Krauze. "Sistema hegemónico de dominación" o "sistema de dominación hegemónica de un partido" parecen más eufemismos orwellianos que "amor a la precisión intelectual". Christopher Domínguez explicaba así la "fibra sensible" de Paz que tocó Vargas Llosa:

No sólo apreciaba el poeta como valiosísima la ausencia, en México, del terror (y del terror ideológico) propio de las dictaduras del siglo sino, como hijo de la Revolución mexicana, prefería verla bajo el motivo dramático no de la dictadura sino de la revolución traicionada. Era propio de esa generación conservar cierta confianza metafísica en la Revolución mexicana, sin abandonarla en el patibulario desván de las dictaduras. José Revueltas había llamado, en un ensayo clásico de 1957, una “democracia bárbara” a nuestro autoritarismo. Conceptualmente, en aquel encuentro de 1990, era más exacto Paz; la definición del novelista peruano era muy oportuna políticamente e ilustraba una urgencia que Paz no compartía. El debate ocupó su lugar en ese conflicto, tan latinoamericano, entre la esencia y las apariencias.

Lo de Vargas Llosa, lúcido y valiente, era más que un titular: la razón le asistía. (Veintiún años después, por cierto, recordaba aquello de esta manera, que yo mismita vi con estos acais atentísimos que ustedes pueden observar en el segundo 45 sentados en segunda fila). Lo de Octavio Paz, debilidades del titán.

*Hallazgo cortesía de la divina Carla Faesler.

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