La ausencia de clima extremo hace de México un país para leer en la calle. Nada de refugiarse en el Café Comercial en invierno, ni huir a una piscina municipal en verano (bueno, tampoco sabe uno qué enfermedades va a coger en una alberca pública mexicana). En fin, bastan los parques del barrio. Y si el barrio resulta ser el de los actores y los poetas y los estudiantes y los argentinos, sentarse con los papeles del día en un banquito del Parque México termina acercándose mucho a lo que debe de ser la felicidad.
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