Casi tres años después de editar junto a
Pepe Begines (voz del extinto No me pises que llevo chanclas) Gira mundial,
producido por él mismo y distribuido sólo por internet, Kiko Veneno vuelve en
solitario al ruedo comercial tiendas, entrevistas, actuaciones promocionales
con El hombre invisible (V2 Records).
Nos
recibe en Valencina, donde vive, uno de los pueblos que se asoman blancos y
tranquilos a la ciudad de Sevilla desde el Aljarafe. La cita es en la peña bética
del lugar, donde los parroquianos toman su cañita y ese lunes comentan la
derrota del equipo el día anterior. Entra en el bar tímido, espiritado como
siempre, su característico mechón blanco contagiando de una vez toda su cabeza
y se para con algunos de ellos, solícito y natural,
más que a hablar, a escuchar. "Es el más grande, saca de él lo
mejor", me dicen, demostrando una admiración a la que Kiko parece
modestamente ajeno.
Heterodoxo
sistemático, entrevistarlo es un verdadero reto: rehuyendo cualquier polémica y
en contra de su fama de hombre callado, hoy retoza con las palabras, le da la
vuelta a las preguntas y las convierte en caja de Pandora hasta perderse.
"¿Y a cuento de qué digo yo esto?", pregunta en mitad de los cerros
de Úbeda, como si entonara "a veces me tango y la letra te la cambio, y ya
no sé por dónde ando, de pronto empieza a llover". Y es que Kiko Veneno,
José María López Sanfeliu para el Registro Civil, es a cada paso una letrilla
de sus canciones, surreal, contradictorio, tierno, casi pueril.
¿Y quién es "el hombre
invisible"?
El hombre invisible forma parte de
nuestro imaginario, es un superhéroe, lo que podría llevarte desde los mitos
griegos, los dioses que aparecen y desaparecen pero no por ello dejan de
actuar, hasta todo lo contrario: la persona anónima que naufraga viniendo a
Europa en patera y nadie se ha enterado siquiera de que se ha muerto. O sea,
que tiene un montón de interpretaciones. Yo me he imaginado un tebeíllo para
que la gente se ría. No quiero hacer filosofía, sino una canción rockera y ya
está.
Cuatro años después de aquel Manifiesto
Liberación en el que te sincerabas y criticabas a la discográfica con la que
cumplías contrato (BMG-Ariola), vuelves a sacar un disco en solitario y con la
promoción tradicional. ¿Te sientes reconciliado con la industria musical
española?
Yo no tengo ningún sentimiento de odio
contra la industria musical. Lo tuve en mis principios, que sí fueron duros:
hicimos Veneno y lo guardaron en un cajón, porque les daba vergüenza.
No les culpo a ellos, es lo que había y quizá no era el momento nuestro.
Después he comprendido que ellos hacen lo que pueden y no tiene sentido estar
enfrentado a nadie. Pero sí, en los primeros años yo no entendía cómo esa gente
no me daba más...
Lo que no te dieron entonces luego se te
ha devuelto: esos primeros discos ahora son de culto...
Bueno, las cosas llegan cuando tienen que
llegar. Cuando hice el Cantecito [Échate un cantecito, 1992], se me quitó
rápidamente la aversión.
Y a pesar del éxito, incluso entonces
conservabas la sensación de que los ochenta fueron una época maldita para ti...
Claro, porque para mí los años ochenta
fueron una ruina. Había hecho un disco para meterme en la música, y de pronto
empezaron los sonidos tecnos y me quedé sin Raimundo, que formó Pata Negra y
siguió la tendencia de renovar el flamenco...
Sin embargo, fue la época en que Camarón
hacía historia con La leyenda del tiempo [Kiko compuso la mitad de las
canciones, la celebérrima rumba "Volando voy" entre ellas],
apadrinaste y diste a conocer a Martirio, empezaste a ser conocido por el
programa juvenil La bola de cristal... El público supo entonces quién era Kiko
Veneno. ¿Te has replanteado la opinión sobre tu trayectoria?
Yo no me he replanteado nada. No pienso
mucho sobre mi vida porque soy una persona muy poco reflexiva, por eso no me
gusta el ajedrez. Sé lo que hice y por qué lo hice: no estaba contento, pero
tenía que hacer algo.
¿Qué aprendiste de Camarón? ¿Qué
anécdotas podrías contar de tu trabajo con él?
Para nosotros era un príncipe y a la vez
tremendamente sencillo, humilde, con un carisma muy especial. Tenía un don, y
al mismo tiempo, era consciente de su poder y lo utilizaba de una forma muy
humana, juntando su hombro con el tuyo.
Los cantantes profesionales se quejan a
menudo de los problemas de la industria discográfica española, arremetiendo
especialmente contra la piratería y Operación Triunfo. ¿Tú qué opinas del
fenómeno de construir artificialmente a un cantante a través de la publicidad
de un canal de televisión?
Yo no lo describiría así, sino de la
siguiente forma: la familia en el sofá y la "concursitis" son
fenómenos que se dan y de pronto la gente se presta a eso... Pero el objetivo
siempre es el mismo: Bisbal viene a ser como un Manolo Escobar moderno, y está
ahí porque el público lo quería. Realmente las consecuencias musicales que ha
tenido no han sido tantas, es un show de televisión más que musical.
¿Cómo es tu relación con internet, a la
luz de tu experiencia con tu web y con el disco Gira mundial?
En principio, positiva. Internet es una
llamada a la libertad, donde aparecen las opiniones minoritarias. Es una
especie de fuerza contra el sistema.
Por donde se cuela la piratería
también...
Yo no lo llamaría piratería. Yo estoy en
mi casa, me conecto a internet y me dicen "¿quieres esto?, pues para
ti", ¿y voy a decir que no? No, no soy tonto. Si hay unos aparatos que
permiten copiar las cosas, tú te las copias. Los que fabrican las máquinas para
hacer esas copias son los mismos que fabrican los discos, y son los mismos los
que siempre ganan... La gente va a hacer todo lo que pueda dentro de las
posibilidades que le den. Antes se grababan los discos en casetes para
escucharlos en el coche y no se hablaba de piratería. ¿Por qué se habla ahora
de piratería, cuando la gente lo que está haciendo es copiar de sus amiguetes?
La música, para que cumpla su función, tiene que ser muy compartida.
¿Qué es el flamenco, de dónde viene y
adónde va?
El flamenco es poesía. San Juan de la
Cruz, Garcilaso, los poemas juglares... todo eso tiene una continuidad en el
flamenco. Letras flamencas del siglo xx de pronto son ramas del mismo tronco
ancestral. Tiene también una parte muy descriptiva de las costumbres, de los
gustos y de la sociedad de su tiempo. Pero sobre todo es un grito personal, a
mí lo que me gusta del flamenco es que siempre es individual. Cuando se hace
mayoritario, pierde su poder.
Pero qué difícil es darse a conocer y
pretender conservarse sólo para una minoría... ¿Cómo se conjuga?
Es difícil, es un proceso de negación
constante. Si haces un concierto y de pronto te aplauden mucho, tú te sientes
bien, pero como pienses demasiado en lo bien que te sientes... te conviertes en
un "mamahostias", pierdes lo que ha hecho posible que hayas tenido un
buen momento. Prefiero que me den la verdad y el sentimiento de una sola
persona, percibo siempre el colectivo como algo amenazante; al mismo tiempo es
algo maravilloso, pero esa contradicción es indisoluble.
¿Cuáles son los límites del flamenco?
Cuando sea una cosa que le guste a todo
el mundo, ya no será flamenco.
¿Qué hay de tópico y qué de verdad en que
te definan como "padre del flamenco-rock"?
Ni padre ni nada. Yo lo que fui es de una
generación que tenía conocimiento del flamenco y le gustaba a la vez la
música hippie: Lole y Manuel, Triana, los Smash... Percibíamos que las dos
cosas eran nuestras, y en ese momento de romanticismo tardío, en los años
setenta, ambas tendencias se juntaron con naturalidad. Quizá nos corresponde
también el cambio del estilo de las letras en castellano, que hasta entonces se
hacían con mucho miedo.
¿Cómo te gustaría que te recordaran las
generaciones por venir?
No tengo ninguna idea ni me interesa para
nada. Me gustaría que me recordara la gente que me ha querido y me ha
aguantado, como una persona que intentó luchar y que se entregó a la vida.~
(Texto publicado originalmente en la
edición española de Letras Libres,
núm. 51, diciembre de 2005)
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