viernes, 26 de diciembre de 2025

volver (III)

(1) Me encanta cómo se demuestran amor los mexicanos en la calle. Comerse la boca en público –en los parques, en las paradas de bus, en alguna esquina– no es cosa solo de adolescentes y abarca todas –todas– las edades. Junto a la cantidad de jóvenes y de hoteles de paso, es lo que muestra la envidiable vitalidad de este país. Mi piropo favorito también es mexicano: "buenos días". Así nada más. Pasa una mujer desconocida y uno le dice "buenos días". Insuperable elegancia.

(2) Salgo de casa para reactivar mi cuenta del BBVA, bloqueada por falta de uso, y sé que no va a ser una buena mañana. En Coyoacán me dicen que necesito doble identificación oficial, a pesar de que el correo dice claramente que con una es suficiente y que llevo mi licencia de manejo –porque aunque es permanente tiene más de diez años de expedición, no, pues sí. "No se preocupe, puede hacerlo en cualquier sucursal". Sí, Chucha. En la Condesa, ya pertrechada con mi FM –mi forma migratoria, en este caso residencia permanente–, me dicen que tengo que hacerlo en la sucursal de Coyoacán. Vengo de ahí, quiero hablar con un gerente. "Sí, claro, nomás que es una hora de espera". Alexis me recibe en una mesa, solícito, amabilísimo. Sí, no hay problema. Pero lo habrá. Lo habrá después, efectivamente, de una hora de espera. Al pedir la "autorización" para el desbloqueo, el interlocutor al otro lado del chat corporativo le dice que mi número de extranjero no coincide con el número que tiene registrada la Renapo (en realidad, EL Renapo: Registro Nacional de Población). ¿Pero eso qué más da, si las identificaciones son para que compruebe que soy yo? ¿Cómo puedo saber por qué en mi CURP hay otro número y de dónde viene? Ha verificado mis credenciales con una máquina de luz ultravioleta, le enseño además mi DNI español, mi carné de conducir de la DGT, me tiene delante. Soy yo. "Sí, señorita, yo le entiendo esa parte, pero tiene que preguntar en la Renapo el porqué no coinciden los números". ¿Hay alguna hoja de reclamaciones que pueda pedir? Porque ustedes, simplemente, me están robando mi cuenta, mi dinero. "Pues como tal no, señorita". ¿SE DAN CUENTA DEL ABSURDO EN EL QUE ESTAMOS METIDOS? QUIERO HABLAR CON SU SUPERIOR. Ah, pero ya Alexis y superior miran a la gachupina con ojos hieráticos, rostro quieto, ni una palabra más. Ya les decía el otro día: desaprendí los códigos.

 




(3)  Un secreter filipino de madera y marfil, decorado con el águila sobre el nopal devorando a una serpiente. Un biombo japonés con incrustaciones de nácar representando las batallas libradas por Alejandro Farnesio, sobrino de Carlos V. Papayas mexicanas en Singapur. Y todas esas cosas que recuerdan que México fue el centro de la primera globalización, el origen y el destino de esa ruta llamada de la Nao de China o del Galeón de Manila, en la exposición Somos Pacífico en el Colegio de San Ildefonso.


 

Pienso que todo lo que toca Eduardo Vázquez queda automáticamente elevado y noble, como con una capa de polvo de oro. Como el memorial de Octavio Paz, donde están sus cenizas y las de Marie-Jo Tramini. O esa fuente creada por Vicente Rojo, la primera obra de arte que entró en San Ildefonso después de los muralistas y, muy probablemente, la última. Eduardo mira el mundo desde la poesía y desde el amor, y desde ahí es muy raro equivocarse.


 

Ya en la cantina, donde todos lo saludan con cariño, nos recuerda esa frase cabal, atribuida en México al presidente Carranza: "¿Y ese por qué me odia, si no le he hecho ningún favor?".

 

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