viernes, 12 de octubre de 2018

cincuenta años de Tlatelolco (conexiones)


Nuestro hermano Eduardo Vázquez, secretario de Cultura de la ciudad en sus horas laborales, le encargó a Luis Rodríguez la curaduría de la exposición Traza del 68, que se inauguró ayer en el Museo de la Ciudad de México, y el resultado es espectacular. Luis es un diseñador –y bailarín– guiado por la limpieza y la elegancia, así que todo lo que sale de su mano –y de sus pies– es sutil y bello.

A pesar de que la exposición conmemora la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, en la presentación no se habló de sangre, sino de poesía. La poesía es lo que sostiene, de hecho, la exposición, cuyo cartel presenta, imponente, al poeta Evgueni Evtuchenko, ídolo de masas –literalmente– en esos años.



Pensé enseguida en la ópera que Gabriela Ortiz estrenó justo el día anterior en la UNAM, Luciérnaga, que también conmemora el 68 y que también se centra no en la sangre sino en la poesía.   Gabriela musicó con su maestría un libreto que cuenta la historia de la uruguaya Alcira Soust –interpretada por la soprano Cecilia Eguiarte–, quien se hacía llamar "la madre de todos los poetas" y sobrevivió en los baños de Ciudad Universitaria los doce días que el ejército ocupó la UNAM en septiembre de aquel año. Por supuesto, ni la UNAM ni la Secretaría de Cultura, ni Gaby ni Luis, se pusieron de acuerdo y sin embargo, decidieron que fuera la poesía la que sostuviera la memoria del 68 cincuenta años después.

Le compartí a Eduardo mi pensamiento y me contó que él siendo joven conoció a Alcira, que formaba parte de la corte de jóvenes poetas que giraban a su alrededor y que incluso salió en manifestación cuando a ella, enferma mental, la encerraron en un psiquiátrico, por ahí de 1986. Esta misma mañana, a la hora del café, me encuentro este post de Fernando Fernández. Claro, me dije, Eduardo y él fueron grandes amigos en aquella época, ¡pero tampoco se pusieron de acuerdo en contar la historia de Alcira!

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Un encuentro inesperado a la salida de la ópera me recordó aquel momento en que me "invitaron" a dejar de colaborar con ABC, cuando la directora adjunta se enteró de que había publicado un reportaje en El País Semanal (diez días después de publicarse, lo cual me hace pensar en algún delator o... en fin, imaginaciones mías). Comento con la persona con la que me topo que es extraño el celo que demostraron conmigo, sin dejarme dar siquiera explicaciones, cuando el actual corresponsal colabora también con El Confidencial, competencia mucho más directa con el diario que el suplemento de El País. "Bueno, pero ya sabes, en España, ABC, El País y El Mundo...", me contesta, dejando la frase en el aire. Pues no, no sé. O no quiero saber. El periodismo y su corporativismo y al mismo tiempo su desvergonzada prostitución. A veces me siento premio mundial a la pringui del siglo, pero otras, agradezco que unos y otros me hayan expulsado del club. No, no pertenezco.

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