Clínica de Gineco-Obstetricia número 4 del Instituto Mexicano del Seguro Social. Nueve y cuarenta de la mañana. Hemos quedado a las diez con el único médico que nos puede ayudar en nuestro caso. En la puerta principal hay dos guardias de seguridad mujeres que custodian el paso. El altiplano azteca en sus facciones y formas (y conste lo señalo porque viene a cuento). La más bajita se dirige a nosotros:
- ¿Adónde van?
- Hemos quedado con el doctor tal a las diez.
- Ahhh, pos no sabría decirle.
- Es el jefe del servicio de gineco-obstetricia, se encuentra en el sexto piso...
- Ah, no, mire, es que lo que se maneja aquí es que el doctor baje a buscarles.
- Ya, ¿y no podría avisarle?
- No, nomás que ustedes entren por urgencias.
- Ya, gracias.
Llamamos al médico al móvil, le decimos que no nos dejan pasar, nos dice que baja a buscarnos. Esperamos fuera. Cinco y diez minutos, que se convierten en quince, veinte y veinticinco. Viendo que todos acaban pasando (todos de tez morena), aventuro que la guardia no nos dejó pasar por racista.
- Somos güeros, los blancos le caen mal...
- No, no, yo creo que a todo el mundo le está pidiendo credencial.
- Sí, pero todos pasan...
A los cinco minutos, se marcha la bajita. Ricardo se acerca a la otra, que articula algo en el español de locomotora del Distrito Federal. Que le deje el carné y que pasemos, que claro, que cómo no, que tengan un buen día, que les vaya bien. En fin, lo que se maneja.
(PD: Arriba, un exquisito y sensato médico joven vuelve a hacernos creer en la especie sin colores).
No hay comentarios:
Publicar un comentario