viernes, 1 de noviembre de 2013

consejo

Cuando tengan que acudir a la cama de un moribundo, no huyan. Sosténganle firme la mano, acaricien sus mejillas, cántenle boleros al oído. Díganle cuánto lo quieren, cuánto lo han querido, cuánto lo querrán. Enumérenle todo lo que de él han aprendido y prométanle que a alguien se lo enseñarán. Díganle nos vemos aquí, aquí dentro, por siempre, hasta que nos toque.

No se puede celebrar la vida si no se despide uno bien de los muertos.

2 comentarios:

Elena dijo...

Coincido, aunque yo no canté...

A él le dije que siempre le iba a querer y recordar los paseos a camichocho. A ella que por favor me esperara, pero la pobre no llegó a verme de nuevo.

A papá que le quería.

Al abuelo, no llegué... y lloré desconsolada cuando tú me lo dijiste durante mucho tiempo en aquél sofá negro verde y rojo de los abuelos en Huelva, una mañana del 3 de agosto.

José Alfonso Romero P.Seguín dijo...

Valioso consejo amigo, valioso y poderoso en lo vital y lo humano de su ser.
Un fraternal abrazo.