domingo, 30 de junio de 2002

Epitafio para Cinc d'Oros

"No pedimos ser eternos, sino sólo no ver cómo los actos y las cosas pierden sentido bruscamente", escribió el Saint-Exupéry de Vol de nuit. Y los libros nos dan sentido. Eso es lo que diferencia una tienda que se dedica a comerciar con ellos de otra que vende caramelos. Por eso preocupa que en un mismo mes y en la misma ciudad cierren dos librerías de reconocido prestigio. Hace poco cerró Cinc d'Oros, del matrimonio Carmen Aizpitarte-Jaume Farràs, que fue referente cultural del antifranquismo y vivió lo que Jesucristo, 33 años y algún calvario. Por las mismas fechas se despidió la Librería Francesa, fundada por los hermanos Piaget en 1845. Una se pregunta el porqué de este doble entierro, y si es casualidad o no, y se acerca a Barcelona a dilucidar motivos.
            "No hay ninguna situación de crisis en las librerías de Barcelona". Eladio Gutiérrez, del Gremi de Llibreters de Barcelona y Catalunya, comienza por tranquilizar al observador preocupado. Dice que ambos comercios estaban aquejados de los mismos males que cualquier establecimiento "de este tipo" en una ciudad grande. Situados en el centro y en locales de alquiler que comenzaron costando menos de treinta mil pesetas, estos sitios valen hoy lo insostenible. "La voracidad de las inmobiliarias es lo que acaba con estos negocios". Cuestión de dinero, principal y previsible razón de estos cierres.
            ¿Por qué piden los propietarios cantidades exorbitantes? Porque una norma legal, aprobada por el gobierno estatal, lo permite. Carmen Aizpitarte, fundadora de Cinc d'Oros, especifica qué les ha afectado más como empresa familiar: la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) de 1994. A partir de su entrada en vigor, pasaron meteóricamente de pagar trescientas mil pesetas a casi setecientas mil por los 192 metros cuadrados de su local en la Diagonal. No obstante, las circunstancias de la Francesa no son las mismas que las de Cinc d'Oros: ninguna inmobiliaria está involucrada en la situación de la familia, que cierra su Librería Francesa a cambio de un acuerdo económico con Bami, la compradora del 91 del Paseo de Gracia. Mientras los dueños de Cinc d'Oros ponen fin a su gestión como libreros, la SGEL abre un espacio grande en otro emplazamiento céntrico, un lugar parecido a un bazar de aeropuerto, "donde tratan mucho la novedad, nada la especialización, porque la especialización es cara", me cuentan. La novedad, por propia definición, debe de incluir más premios Cervantes que a Cervantes mismo, que es todo menos nuevo. Los transmisores universales de la herencia intelectual suelen salir malparados de los anaqueles en estas nuevas "tiendas de libros con objetos".
            Carmen Aizpitarte habla de los establecimientos que expenden volúmenes al por mayor: "Yo he hecho la prueba de ir a buscar a estos grandes almacenes algo que no teníamos nosotros y nunca he tenido suerte. Porque el vendedor no está de espía del libro, sino para vender. No tiene la intuición de los libreros viejos". A grandes superficies, grandes ausencias. Así pues, no es asunto sólo de un puñado de euros y de una ley dañina. Carmen también opina que estos espacios han modificado los hábitos de compra del lector, que ya no es el mismo que intentaba hacerse a toda costa con obras de filósofos proscritos allá por los setenta. La sociedad ha cambiado, otro pilar del edificio de las culpas.
            ¿Quizá Cinc d'Oros tiró la toalla? Carmen confiesa: "Que no hemos sido lo suficientemente espabilados es algo que también pienso." Y menciona como ejemplo de espabilamiento la Librería Laie, que, repartida por Barcelona en cinco establecimientos, es elogiada por los que la conocen. De su parte, Luis Morral explica las claves para hacer frente al mercado: la especialización y los servicios alternativos. "El problema de la Francesa y de Cinc d'Oros es que eran generales, y hoy en día una librería general no puede competir con Fnac, El Corte Inglés o la Casa del Libro." Abierta hace más de veinte años, los socios fueron reorganizando su estrategia a medida que los tiempos mudaban, centrándose en el área de humanidades y, sobre todo, en ediciones extranjeras. Ahora, Laie cuenta con una librería-café en Pau Claris, cuatro locales más que combinan la venta de libros con la de artículos varios y una página Web desde donde consultar sus fondos. Morral confirma que les va muy bien a pesar de que el negocio librero es "poco rentable". "Has de buscar salida, ofrecer recursos alternativos, diversificar la oferta." Libros, café y otras mercancías. Tretas para hacer atractiva la compra de soportes de la cultura.
            Recuerdo el ánimo tranquilizador de Eladio Gutiérrez: "Mira, el lector de libros compra sus libros en las librerías y el lector de bestsellers va a los grandes almacenes", con lo cual quería decir que la cosa no es tan preocupante. Pero es imposible la calma. Las librerías son cada día menos y los bestsellers, cada día más. ~


(Texto publicado originalmente en la edición española de Letras Libres, núm. 9, junio de 2002.)

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