jueves, 27 de septiembre de 2007

ya están aquí-i

Un pérfido maestro mío de empresa informativa, Francisco Iglesias (d.e.p.), coleccionaba primeros y últimos números de periódicos. Sobra señalar su moderado optimismo al decirlo en el momento en que nacían; era un escéptico profesional, y un caballero inteligentísimo.

En fin, a ver cómo les va en la feria (a ellos y a los demás...)

domingo, 23 de septiembre de 2007

Drexler

Ya no es el niño bueno sin fisuras que puso a bailar a la sala Aqualung que en paz descanse aquel jueves de noviembre. "Este tío está enamorao", decía Javi a cada acorde llamado Ana. Y en verdad daban ganas de estar tan enamorado como él. Hasta teníamos envidia, vaya. "Esto que estás oyendo ya no soy yo"... Y desde ahí se desparramaron los ritmos templados. Gran noche. (Inciso: última frase de Rick Blaine al capitán Renault).

Que la tormenta también pasara por él, que la duda y el dolor, sólo me lo hizo más querido. A la frontera y los azares añadía otra afinidad: Jorge ya no era un niño tan bueno. ¡Pero qué niño no obstante! Hoy ha sido un concierto de notas graves, de canciones trastocadas, claroscuro como el faro que oculta su luz durante doce segundos. Lleno de guiños sin embargo, con ingenio y esa sonrisa generosa que no se le borra. Hoy la enamorada, del otro lado de los focos, era yo. La noria que es la vida... que sí,
es más
compleja de
lo que parece.

sábado, 22 de septiembre de 2007

flashback 4

A Tania

El pobre lo llevó bien ("me alegro de que vivamos en México bla bla") hasta esa misma tarde del 5 de julio. Conforme nos adentrábamos en las cóncavas calles de La Latina, le iba entrando una melancolía de vino y tostas, o sea de Madrid destilado. No ayudó el calor de los amigos más tarde: Ramón, Magda, Carlos, Diego, Carlota... y nuestros enroques, Julio y Tania. Ni la poesía de los gallos. Ni el champán del final. Sí quizá el ya legendario comentario de la noche: by the way y etcétera (huy, sí, mejor cuanto más lejos de esta cosa).

Ojalá escribieras más, amiga. Nuestros respectivos días están llenos de demasiadas similitudes y contrastes como para no aprovecharlos: ¡maldijiste tanto al Ayuntamiento de Madrid por su exceso de celo como yo a la patrulla que venía detrás y no hizo nada por perseguir al desgraciado que me dio un golpe!

Nos vemos las letras por aquí. Y las caras en diciembre.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

pequeño accidente con madre

También es mala suerte que en mi primer percance automovilístico en esta ciudad haya estado presente mi madre, que vive habitualmente y salvo los quince días que le quedan de vacaciones, en Aranjuez.
Patriotismo, ocho de la noche y cortina (nada de metáforas) de agua. Luces de emergencia ante el semáforo rojo. Al de atrás que lo veo venir, sin muchas intenciones de prestar atención a las luces de emergencia... y tuc, golpe. El tipo se queda como los conejitos cuando los alumbran en la noche en el carril de enmedio, y cuando voy hacia la derecha pensando que él va a parar igual, me adelanta por ese mismito lado, y cuando intento cerrarle el paso, me vuelve adelantar y se lo lleva el diablo (y si no, que se lo lleve, vamos).
¿Te has hecho daño, mamá? Y mamá llorando: que no, que le daba pena que me hubieran destrozado el coche y no se hubieran parado siquiera. Me orillo. ¡No, no salgas bajo la lluvia! Afortunadamente, no le pasó nada al coche tampoco. Y más llanto:
¡¡¡¿Pero cómo te puede gustar vivir en esta ciudad sin ley?!!!

viernes, 14 de septiembre de 2007

lo que hacía él aquí

Yo no sé bien qué son las vanguardias ni cuándo un texto es de vanguardia. Sí sé una cosa: que para que un texto logre interesar al lector su autor debe reunir tres condiciones: tener algo que contar, tener ganas de contarlo y saber contarlo. A partir de ahí, ya puede escribir situándose en la vanguardia o en la retaguardia: su texto saldrá victorioso.

Bruce Chatwin

jueves, 13 de septiembre de 2007

mas agua enamorada

¿Es México o Calcuta, esta ciudad de gotas como patatas en verano? Falta el calor tropical, claro, que aquí es más bien clima otoñal profundo (como de entrado octubre y sin san Miguel). El justo, el preciso, para coger un resfriado de los buenos. Como el que tengo.
Volviendo a las lluvias, las calles, hacia las siete de la tarde (que aquí llaman noche), son un río como tantos que en otra época iban a dar al gran lago. "Ya está, el fin de esta ciudad ha llegado, ya no se puede vivir aquí". Dicen que es por ahí que está condenada, dicen que por el cambio climático agua es y agua será.
Anda, dame un paraguas y estate callaíto.

sábado, 8 de septiembre de 2007

hospital III

Es que no era lo mismo la aparente desidia de hace una semana que la explicación escrupulosa y científica que el doctor Alegría (por fin nos daba una) dio a Rodrigo justo antes de la minitrepanación. Entonces ya empezamos a soltar aire. Un aire que entra y sale ahora tranquilo, al ver al luminoso Azar regateando del todo al negro Destino (je).

jueves, 6 de septiembre de 2007

hospital II

No diré más para no tentar a los malos hados: reconforta -como siempre- la risa de Carlos, esta vez luciendo una herradura (está cosida con grapas) en la cabeza.

sábado, 1 de septiembre de 2007

hospital

Después de un rato en el hospital, y más si es de visita, a una tiende a quitársele tonterías. Ahí está, cerniendo, lo que da sentido a la vida: su final, y cuando éste se cuela en el pensamiento, las quejas superfluas dejan paso a otro deseo: que no llegue nunca. "Un animal prodigioso con la delirante obsesión de querer perdurar"...

El hospital en el que Carlos Azar entretiene la incertidumbre con su sonrisa suprahumana es, por lo demás, obsceno por varias razones. Una, porque reluce sobre una barranca a la que le crecieron cientos de casas malcolgadas y malpintadas que se dirían de arrabal de Sâo Paulo, si no de ciudad africana. Otra, porque siendo uno de los hospitales más caros de la ciudad, hay que esperar algunas horas para hacerse una prueba y muchas más para que el doctor la revise y explique. Mientras tanto, eso sí, entran y salen guapas y simpatequérrimas doctoras y enfermeras, como para tranquilizar... y poco más. Tan útiles como aquellas cuidadoras del hospital de Calcuta donde internaron a Devanna, descalzas por las habitaciones con su sari verde y malva, cuyo único cometido era dar agua a los enfermos y acariciarles la frente.

En fin, que el primero de septiembre nunca fue un día alegre en el calendario.